04.10.2020
San Francisco de Campeche, Campeche.
Querida S.S:
Acabo de reiniciar la escritura de esta carta que te envío como respuesta porque la anterior era un poco genérica, estaba enfrascada en pensamientos que tal vez no correspondían aquí, pero ya más adelante te contaré…
Confieso que, para volver a escribirte, empecé por investigar el significado de tu nombre. Fallé, no encontré nada (bueno sí, pero era todo muy ambiguo). ¿Te gustaría contarme lo que significa? Pensaba que hallar algo relacionado con tu nombre me haría sentir cierta cercanía, conocernos un poco más. Tengo el vago recuerdo de haberte visto en un montaje de la ESAY, dirigido (creo) por Analie Gómez y nada más, hasta que me enviaste una carta.
Por favor, llámame Andy, sin el apellido, a menos que para ti sea necesario. El tema de los nombres completos en un ambiente relajado e íntimo, como lo es este intercambio de cartas, me parece que no necesita la formalidad, como la de los títulos que detesto de la burocracia: “Licenciada”, “Maestra” (o cualquiera que se te ocurra), ridículos protocolos que muchas veces son necesarios para (el ego de) la humanidad. Qué dolor de cabeza, ¿no te parece?
Es curioso, voy a confesarte, que tu carta me encontró haciendo lo mismo que tú: rompiendo cartas del pasado, cartas que dolían y que por no querer enfrentar ese dolor, las había guardado en una caja en forma de cámara fotográfica que una ex pareja me regaló. Son curiosos los objetos, ¿verdad?, detonan tantas cosas que a veces, incluso, ni nos acordamos de todo lo que la memoria puede acumular.<z/p>
De las cartas que rompí, había algunas que era necesario soltar, dejar ir con el tiempo esos sentimientos que ya nunca volverán, el corazón sabe cuándo ese amor ya se clausuró. Otras porque ya no me provocaban nada, sentía tan lejana esa experiencia que ya no cabían en mi aquí y ahora. Las más fáciles de romper siempre son aquellas que, con el paso del tiempo, descubres que fueron escritas con mentira, desinterés y malas intenciones disfrazadas de buenos deseos.
Quisiera darte un consejo, porque te leo y te siento, y es algo que a mí me funcionó: cuando quieras conservar un recuerdo pero ya no quieras compartirlo con la otra persona que estaba ahí, vuelve a ese instante, vuelve a ese lugar, desplázate hasta ahí y resignifícalo sólo para ti. Yo una vez recorrí completa la línea 1 del metrobús de la CDMX para despedirme, en mi interior, de una persona a la que amé mucho, y así poder continuar disfrutando de esta maravillosa y poderosa ciudad sin que me doliera cada una de sus estaciones a las que había atado recuerdos y emociones. Estoy segura de que tú también encontrarás una metodología para sanar.
Agradezco mucho tu carta, me puso a pensar en que no estamos solas en el mundo; tú no sabías, pero llegó en un momento adecuado, pude sentir que una mano se tendía hacia mí pidiendo y otorgando un salvavidas al mismo tiempo. No me atrevo a decirte “algún día podrás olvidar”, porque si eso sucede, una parte de ti se estará apagando. Prefiero decirte “algún día perdonarás y aceptarás”, entonces sucederán cosas maravillosas y deseo que entonces me escribas una carta para saber que estás bien y que el Photoshop de tu cabeza estará restaurando todas sus anécdotas y todos sus recuerdos.
De corazón a corazón, te abrazo, pequeña S.S.
ACT