09.12.2020
San Francisco de Campeche, Campeche.
¡Hola, M.!
Ayer durante la sesión me percaté de que tú y yo no hemos cruzado palabra. En realidad me di cuenta de eso minutos después de salir de la reunión. Lo que hice durante ese rato fue observarnos a todos, cada quien en su imagen en formato rectangular que proporciona la vista de galería del Zoom. Empecé a observar, inicialmente porque me di cuenta de que mi rostro cambió al escuchar que Humberto dijera “es que ella siempre va atrasada”, a lo que Michael contestó “no, ella fue muy prolífera”. Me sentí como cuando en la primaria nos preparaban a todos para una competencia de matemáticas o para las clases abiertas de inglés en la que teníamos que exponer sobre la cultura de un país como si fuéramos niños nativos, y los maestros hablaban de las habilidades y deficiencias de cada quien frente a los demás alumnos, como si no existiéramos, como si el hecho de ser jóvenes nos hiciera carecer de un criterio o de la capacidad de comprender lo que estaban diciendo. En ese momento, perdí la vitalidad, ésa que Karla generosamente mencionó que hay en mí, eso que yo proyectaba aunque fuéramos virtuales. Luego observé todos los demás recuadros que nos contienen como en una pecera hasta detenerme en el tuyo, porque recordé que desde que inició el taller me he preguntado ¿en qué lugar te encuentras?
¿Desde dónde has estado asistiendo a las sesiones? Me ha mantenido intrigada. A menudo veo un tránsito de personas a un costado tuyo porque generalmente apareces sentada junto a, lo que según yo es, una pared. Luego pienso en que a lo mejor es una taquería e imagino que todos los martes a las 18:00 das una caminata y vas a ese lugar para asistir al taller y posteriormente cenas ahí mismo. A lo mejor sólo estás en la salida del estacionamiento del edificio en el que vives, no sé, la verdad es que he imaginado varias situaciones que me han entretenido durante un rato, pero jamás te había preguntado.
A veces me cuesta mucho trabajo aceptar que lo virtual sea real, es decir, sé que todos los que estamos detrás de la pantalla existimos, pero ¿y qué tal que todo es mentira? Pienso en que quizá seré incapaz de reconocer a personas que conocí a través de una plataforma virtual si algún día me las topo en la cotidianidad real.
También pienso en que este año todo ha sido una mentira, o una ilusión, o sabrá Dios si son la misma cosa. ¿Algún día nos volveremos a ver más allá de las pantallas? ¿Podremos interactuar de la misma manera? ¿O será esta la tan trillada “nueva realidad”?
Si un día me ves a lo lejos y me reconoces, salúdame. Y si yo lo logro, haré lo mismo. Te abrazo y por ahora, te saludo a lo lejos, desde el balcón de una casa en el Centro de Campeche.
ACT