…todos los reformadores del mundo desde los albores de la historia en realidad vendieron sus almas al demonio del fanatismo. […] El deseo latente del fanático de morir como un mártir en el altar de su idea es, en opinión del autor, lo que le permite sacrificar la vida de los otros, de millones a veces, sin pestañear.
[…] En el alma del fanático, violencia, salvación y muerte se funden en una sola masa.
[…] El profesor Alexander A. Gideon no basa su conclusión en especulaciones psicológicas, sino en un preciso análisis lingüístico del vocabulario característico de los fanáticos de todas las eras y de todos los puntos del espectro religioso e ideológico…
Don Pedro,
Cualquier lugar funciona para deformar el tiempo y darle existencia a aquello que sucede entre evocación y divagación, así que te escribo mientras volamos sobre el golfo de México. Espero llegar a Nueva York alrededor de las 7 de la noche, M. me estará esperando con una sorpresa y, como siempre, dispuesta a celebrar mi visita con una deliciosa comida en alguno de esos esplendidos restaurantes que ha descubierto en cada rincón de Manhattan.
Antes de salir de Mérida, le pedí organizar una reunión con G. para comentar la historia de A. y X. Es muy probable que saliendo del club de jazz donde T. dará un concierto podamos reunirnos para cenar. Desde la última vez que platicamos del tema quedé asombrado por la madurez con la que ella ha sobrellevado una situación tan compleja para inventarse una vida plena en esa ciudad. Pienso en cómo, sin saberlo, va uno descubriendo el propio camino.
Así recuerdo, con mucha claridad, la ingenua alegría de mi madre Y. cuando me anunció que la “Royal Dutch Shell”, a través de un fideicomiso con “The Royal Society of Saint George”, me concedía la beca para estudiar en cualquiera de mis dos selecciones: el Politécnico de Leicester o la Escuela de Londres. El objetivo de la Real Sociedad de San Jorge era (es) expandir la cultura británica por medio de la educación de jóvenes talentosos capaces en su momento de enaltecer el nombre de Inglaterra y honrarla con su contribución al beneficio general de la comunidad de origen. Mientras festejábamos y coincidíamos plenamente con dichas intenciones, Londres trepidaba con explosiones en lugares públicos: tres durante el mes de marzo. En 1976 se reanudaron los ataques terroristas del “IRA” (ejército republicano irlandés), suspendidos dos años antes por acuerdo de las partes beligerantes, protestantes contra católicos, y así desde la victoria en 1690 de las tropas del rey de Inglaterra Guillermo III (protestante) sobre el depuesto monarca Jacobo II (católico). En la actualidad, muros de hasta 7 metros de altura y coronados por cámaras de seguridad y alambre de púas, dividen las zonas protestantes de las católicas.
Ah… los ingleses…
Nunca sabré si Y. estaba enterada (no tendría por qué), pero las historias alrededor de las estrategias comerciales de mi benefactor, “Royal Dutch Shell”, eran desde mucho antes, y lo siguen siendo, muy cuestionables: corrupción de funcionarios, financiamiento de conflictos armados, evasión fiscal, invasión de tierras y, por supuesto, contaminación ambiental. Pero la narrativa lo justifica todo, pues actualmente dan empleo a más de 80,000 personas en 70 países y utilizan tecnologías de última generación y con el mínimo impacto ambiental para proveer de manera sustentable la energía del futuro.
Me parece un estilo, el británico.
Uno de los hitos de los que suele hablarse al repasar la historia de cómo Inglaterra se convirtió en una superpotencia global gracias a su fuerza naval es la derrota de la Armada española en 1588. La versión oficial cuenta que Felipe II de España, enemigo mortal de Isabel I de Inglaterra, envió su enorme armada de barcos para invadir Inglaterra y devolverla a la fe católica. Sin embargo, fue derrotado por la pequeña, pero valiente armada inglesa comandada por audaces capitanes.
Según la BBC, éste es el mayor bulo de la historia de Inglaterra, el mito de la batalla ha sido utilizado por monarcas, artistas y políticos hasta la actualidad para convencer a los británicos de su superioridad, y de que hay una larga estirpe de líderes geniales e inspiradores que desempeñan un papel poderoso en el escenario mundial. Cuando España intentó, sin éxito alguno, extraditar al dictador chileno general Pinochet del Reino Unido por abusos contra los derechos humanos, la primera ministra británica, Margaret Thatcher, saltó en defensa del hombre que la había apoyado durante la Guerra de las Malvinas y le envió una placa de plata conmemorando la victoria inglesa sobre la Armada española, con una nota que denunciaba el colonialismo español.
¿La propaganda inglesa es la mejor? “Yes, absolutely”
“Nuestra resistencia torpe”
“X”
John Berger suscribe que la llamada guerra contra el terrorismo es, de hecho, una guerra entre dos fanatismos. Uno es teocrático y el otro, positivista y secular. Una es la ferviente creencia de una minoría defensiva, la otra es la incuestionable suposición de una élite amorfa y confiada. Uno se propone matar, el otro saquea, se va y deja morir. Uno es estricto, el otro laxo. Uno no admite discusión, el otro “comunica” y trata de “imponerse” en todos los rincones del mundo. Uno reclama el derecho a derramar sangre inocente, el otro el derecho a vender el agua de toda la tierra.
Estoy de acuerdo, pero desconfío. Quiero creer en su ingenua sinceridad personal, pero me es imposible hacerlo de la maquinaria que lo sostiene.
El Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, hasta 2001 llamado Escuela de las Américas, es una organización para la instrucción militar del Ejército de los Estados Unidos. La escuela estuvo situada desde 1946 hasta 1984 en la Zona del Canal de Panamá. Ahí se graduaron más de sesenta mil militares y policías de hasta veintitrés países de América Latina, algunos de ellos de especial relevancia futura por crímenes de lesa humanidad, como Leopoldo Fortunato Galtieri, Manuel Antonio Noriega, Manuel Contreras y Vladimiro Montesinos. Su actividad continúa hasta el día de hoy. Esta institución publica un manual antiterrorista en el que afirma que existe una fascinación popular con el terrorista, las personas tienden a admirar a los “luchadores en contra de la tiranía”, otorgándoles cualidades románticas como luchadores por la libertad o héroes.
Parece que J.B. censura la violencia, sin embargo, su narrativa (PODER) justifica el terrorismo y lo sostiene con la misma emotividad (AMOR) con la que muchos jóvenes fueron convencidos de sacrificarse en la misión suprema (MENTIRA) de luchar por las masas oprimidas donde el fin justifica los medios.
¡Hasta la victoria siempre!
¿Venceremos?