Mary Cassatt, The Child’s Bath, 1893
Después de leer su carta me quedé pensando en su contenido, fui a comer y a jugar con mis gatos, y después regresé a su carta. La habré leído, por lo menos, unas 4 veces. Necesité leerla más de dos veces, porque estaba buscando algo que sabía que estaba ahí. Podría tratar de explicar esta idea antes expresada como “traté de buscar el momento exacto para contestar” o “estaba buscando unas palabras que iniciasen mi respuesta”. No importa cómo haya sido el proceso para responder, ya lo estoy haciendo.
Quisiera ahondar un poco más en ese amor de plástico que tanto me marea. Primero, he vivido en un pueblo donde la discusión de la telenovela toma más relevancia que un asesinato. ¿Un poco exagerado? ¿Realmente estaré siendo exagerado? Bueno, continúo. El amor aquí en mi pueblo se vive de una manera muy general y típica, como el corazón rojo dibujado en una libreta de un estudiante enamorado. Créame cuando le digo que aquí casi todos anhelan un romance apasionado lleno de luces y placer, aunque sea por un par de meses. Expreso todo esto porque desde que tengo memoria siempre he visto a “niños cuidando a otros niños”, dicho de otra manera, una pareja muy joven cuidando a sus hijos. Este es un pueblo pequeño, así que aquí se puede saber cuándo y cómo esos jovencitos locamente enamorados dieron por terminado su romance dejando a sus hijos abandonados. Quizá en este momento esté pensando que yo, al escribir “abandonados” me refiero a algo más, pero no, realmente los dejan abandonados.
Hace unos 9 años, cuando estaba en la secundaria, tuvimos que hacer un proyecto en equipo para una clase cuyo nombre no recuerdo, y realmente no quiero hacer el esfuerzo por acordarme. Este proyecto tenía que ser grabado, y el tema, como seguramente ya lo debe augurar, fue el amor. El proyecto, como ya dije, tenía que ser grabado, así que podrá imaginarse las posibilidades con las que ese tema pudo ser afrontado. Al final se decidió por hacer una representación de una escena de una telenovela. Verme proyectado en la pared diciendo mi línea fue algo totalmente desagradable.
Le hago saber todo lo anterior para que tenga una idea de por qué el amor de plastilina no me resulta atractivo. En aquél momento, por una falta de saber profundo sobre el tema, no pude encarar la palabra “amor”. Después empecé a interesarme por buscar algo diferente a lo que había conocido, algo que no sé cómo explicar: ese amor que no se entiende y que no puede entenderse, sino que sólo se busca sin esperar una respuesta.
Su carta, aunque no lo crea, cuenta con el mejor final que he leído: “podría ser amor”. La palabra “podría” me hace creer que aún hay gente buscando y preguntándose por el amor, un amor más transparente, pero a la vez más confuso. Las cosas no tienen que ser siempre fáciles de entender, ¿verdad?
Le seré honesto, este tópico no es algo que realmente me provoque impulsos de querer escudriñar más en él. Me parece un tema interesante. Y de todas las palabras que puedo utilizar para describir el amor prefiero usar “interesante”, porque es la palabra más usada y tediosa.
P.d.: ¿El amor de plástico no será el nuevo desorden mental?