El proceso educacional para un judío comienza no más tarde de los 5 años. De acuerdo con la tradición, una gota de miel es derramada en la primera página que el niño debe aprender a leer; la besa, y así comienza una asociación de dulzura que se espera dure toda la vida. Cuando la mayor parte del mundo era iletrado, cada niño judío podía leer y, a los 13 años, estaba compenetrado con el estudio de una compleja literatura. De esta manera se despertaba el amor por el estudio.
Para los judíos, la Torá no resulta ninguna carga, porque su mayor interés es el estudio de la ley. Su conexión con Dios es cosa de todos los días: los judíos inician y terminan su día con plegarias. Hay oraciones especiales para el nacimiento, la circuncisión, el matrimonio, la enfermedad y la muerte. La Torá les brinda una vida santificada, y en esa vida encuentran sabiduría e inspiración. ¡Caray, hasta la aparición del arco iris evoca un acto de gratitud!
La Shemá es la plegaria judía más importante: “Oye, Oh, Israel, Adonay Nuestro Dios, Adonay Es Uno”.
La caridad es un punto esencial para los judíos, ya que no es opcional; es un requerimiento importantísimo. Ellos tienen grados de caridad. ¿Qué opinas del primer nivel de caridad? “Aquellos que hacen caridad, pero a regañadientes”. Ahora, ¿qué opinas del último nivel? “Esos que extienden un préstamo o hacen un regalo a un necesitado, o que toman a un hombre pobre como socio o lo ayudan a establecerse en algún negocio para que ya no se vea obligado a pedir caridad”. Al parecer, las personas que hacen esto último practican el nivel más alto de caridad.
Otro punto importante es que los judíos consideran que el ser humano no está destinado a cometer pecados. Hay una gran relación entre el cometer pecado y el carácter del judío. Por ejemplo, la apariencia física no puede ser decidida por nosotros, puesto que eso está predeterminado, pero el cometer pecado no. Si un judío comete un pecado debe pedir perdón, y esa súplica debe ser tan íntima como comunal: “Nosotros hemos pecado”, pues esto demuestra que los demás están involucrados en los fracasos de los demás. Hay, por decirlo de alguna manera, un apoyo de la comunidad.
Estas últimas semanas, Rafael, he hecho un extenso examen de conciencia para poner en orden aquello que ejerce fuerzas de todo tipo en mí. El baño de rayos de sol que recibo cada mañana me ha hecho buscar en cada rincón de mi mente aquello por lo que no he “pagado”. Mi mente está absorta en fantasías o cosas varias, pero siempre busco un momento para reflexionar sobre mi actuar. ¿Qué tan complicado es para ti reflexionar sobre tus acciones? Para mí es algo complejo, y no porque sean cosas horribles, sino porque normalmente me preocupo por nimiedades.
Tengo una anécdota que mezcla pintura y arrepentimiento: hace muchos años, cuando apenas empezaba a pintar, me dije a mí mismo: “Pintaré a Cristo cuando sienta que Dios me ha perdonado”. Meses después, con mucha alegría, pinté a Cristo sin haber sentido nada. Honestamente nunca sabré con certeza si mi pintura fue de SU agrado. En aquel momento no quería cometer ningún error al momento de pintar, porque pensaba que si no quedaba bien toda mancha en mí sería eterna. La Torá, de la misma manera, es escrita a mano, y cualquier error la hará inválida.
11/06/2021
“El arte no es la vida real, es verdad; sin embargo, es vida imaginaria, y acaso tan
importante como aquella. Lo que nos distingue de otros mamíferos superiores es,
precisamente, la capacidad para esta vida imaginaria.”
Bernard Berenson
La pintura me produce un placer inmenso. Con sólo pensar en los cuadros que quiero hacer, mi cuerpo se prepara para recibir fuerzas de todo tipo que me llevan al acto. Es un estado casi inconsciente, y hasta yo me sorprendo de lo que resulta, expreso cosas que desconozco: frases que nunca leí, cosas que ofenden profundamente, cosas que hieren, etc. Claro, después de esa “hazaña”, amo los aplausos o los comentarios, pero la finalidad no es esa; ni yo la sé.
Yo tengo problemas en considerarme un “creador”, porque desde niño me dijeron que creador sólo era Dios, y que yo, como no soy Dios, no puedo crear. Claro, si leemos esa palabra en un diccionario podemos obtener algo como: “Que crea, establece o funda algo”, y entre los ejemplos encontraremos la palabra artista. Ahora, si buscamos esa misma palabra, pero desde una perspectiva religiosa, podemos encontrar algo así: “Hacedor de todas las cosas, atributo que se da sólo a Dios”. Esta última definición es la que siempre ha estado en mi vida, y por eso prefiero no usarla. Hay algo en esa palabra que no puedo aceptar como algo que puede ser usado con normalidad, así como mis maestros en la facultad de arte lo solían hacer. ¿Tú qué opinas?
O.