Mayo 4, año 2021
Cada minuto contaba. Imprimí el libro cerca de la Fénix y me celebré recordar (esta vez sí) imprimir a dos caras del papel, evitando así cometer el error que hubo con Tentativas para agotar un lugar parisino. Llegando a casa pregunté a papá si teníamos aún la guillotina. No. Cuadré el libro a mano para que el corte fuera igual en cada página. Medí 14 cm del lado izquierdo hacia el derecho, coloqué la regla de metal y; sin comprobar que mi plan era congruente con los papeles que tenía enfrente, pasé varias veces la cuchilla. No se requiere mucha fuerza, los mejores resultados se consiguen dando varias pasadas precisas, eso lo dijo P.R. y sigue siendo cierto hasta el día de hoy (el maestro belga sí que transmitía alegría por el dibujo). Cuando hube terminado, levanté una mitad de hoja y le di la vuelta, observé los números de página, levanté otra e hice lo mismo. Entonces comprendí que el plan de engargolado que me había tomado sólo dos segundos en elaborar, para mi sorpresa, no funcionaría. Acababa de arruinar una lectura fluida por no haberme tomado el tiempo de conocer el libro tal como venía paginado en pdf, todo por no planearlo bien… ¿Y ahora?
Tenía varias opciones: leer el pdf en pantalla y avanzar en mi proyecto de ceguera, volverlo a imprimir y no cortarlo, mandar todo al carajo; y otras más que no quiero recordar. Al final, la única opción que parecía tener sentido era conservar y leer el libro así como había quedado.
Después de leer las primeras páginas, entendí la mecánica de lectura: el montón de la izquierda son las hojas leídas (“… y con el pasado podemos hacer exactamente lo que nos plazca. Lo que no podemos es cambiar sus consecuencias.”), mientras que los montones del centro y la derecha se reparten la labor de mantener la lectura-presente marchando (el futuro es hoy tan pronto nos demos cuenta). De esta manera, la tripartición del libro ilustra la naturaleza rebelde del amor al tratar de ubicarlo en el tiempo. Eso sí tiene sentido. Y ¿qué no el amor implica trabajo de los dos? Novela epistolar, ya haces bien tu parte con estar escrita, ahora a mí me toca leerte a la manera tripartita, dándote mi tiempo y atención para que no me desespere frente al orden juguetón de tus páginas.
Sí, has leído bien, romanticé un engargolado fallido justificando el error, tratando de convertirlo en parte de la experiencia de lectura. Idealizar pues. ¿Será eso ser muy duro conmigo mismo? ¿Tú qué opinas? Idealizar me ha traído siempre muchos problemas. ¿Se puede hacer una carta extensa y directa al mismo tiempo? ¿En qué consiste lo directo?