De M. para L.
Mayo 2021
En la vida existe un valor que permanece muchas veces
invisible para los demás, pero que el hombre escucha
en lo hondo de su alma: es la fidelidad o traición a lo que
sentimos como un destino o una vocación a cumplir.
Ernesto Sabato
Hola, Luis,
Te leo y recuerdo la resistencia que tenemos a la separación, y a la vez encuentro en tus líneas emociones cercanas al proceso de duelo, como cuando comienzas a soltar aunque no sea tu deseo hacerlo, o tal vez soy yo que sigo en ese proceso y leo e interpreto desde esa perspectiva. Incluso lo que mencionas acerca de no tener necesidad de control me recuerda a los procesos de duelo que, me parece, hemos tenido la mayoría de las personas a partir de la pandemia, puesto que esta situación nos confrontó precisamente con el hecho de no tener ningún control sobre la vida, ni sobre la muerte. Entenderlo me ha llevado a vivir con más tranquilidad, o como decía A’ida en una de sus cartas, “Es extraño cómo una pérdida puede precipitar los cristales de la valentía”; valentía para vivir sabiendo que en muchos momentos la vida hace o hará lo que quiere con nosotros. Y sin embargo ese acto de valentía persiste y nos empuja a seguir haciendo proyectos de vida y voltear hacia la belleza cotidiana.
El otro día, mientras cerraba la puerta de la casa, imaginé el trabajo que realizan miles o millones o billones o tal vez trillones de nuestras células para realizar ese simple pero a la vez complejo movimiento: cerrar o abrir o una puerta, me detuve a ver cómo se iban moviendo mis dedos, como si tuviera una cámara lenta en mi ojos y pudiera ver a través de la piel, me pregunté cómo es que mis células se comunicaban para que yo pudiera realizar todos los movimientos que implica cerrar o abrir una puerta. Primero hay que contraer los dedos en forma de círculo para adaptarlos a la forma de la chapa, después, ya posados en ella, se requiere de un poco de fuerza para poder girarla y luego saber en qué dirección va el movimiento o la fuerza, ya sea para jalar o empujar. Traté de imaginarme los diferentes colores y formas de mis células y cómo se organizan para trabajar, cómo se comunican para decir “¡noto la presencia de algo extraño, hay que combatirlo!”. ¿Crees que hagan una cadena como la cadena humana de A’ida y sus amigas en la fábrica de tabaco cuando las mujeres se unieron para evitar que acribillaran a las personas que se escondían allí?, ¿nuestras células también funcionarán de esa forma tan amorosa y valiente?
Y bueno, supongo que las despedidas que no queremos realizar son así, como cerrar o abrir una puerta, depende de cómo lo queramos ver, y en ese proceso de abrir y cerrar se mueven muchas emociones y realizamos un trabajo de desapego y aceptación. Lo imagino como un proceso tan complejo como el que realizan nuestras células al interior de nuestros cuerpos, nadie allá fuera puede ver lo que está sucediendo en nuestro interior al cerrar o abrir esa puerta.
Al igual que tú pienso que hacer arte es un gesto de amor y algo que nos conecta con la vida, creo que ése es mi salto de fe.