20 de julio,
desde un lugar donde me hago “pendejo”
para no hacer lo que tengo que hacer.
Hola, Juan Martín, un gusto haber recibido tu carta, y por supuesto que me encantó que te hubieras metido en la conversación que tuvimos la sesión pasada, esas pláticas en las que se puede dialogar sin sentir agresividad, sino sólo la pasión por indagar y cuestionar los entornos que vivimos, las aprecio mucho y suelen ser muy escasas.
En general, el curso hizo algo que hace mucho tiempo yo no hacía, meterme a mi interior y sacar cuestiones o “vómitos mentales” que en la vida ordinaria no saco por miedo a perderme a mí mismo, a sentirme incomprendido o simplemente porque me hace cuestionarme mi mundo y me trae problemas que después tendré que ver con mi psicóloga.
Muchas de las reflexiones que me han orillado a hacer (y no de manera obligatoria) me da miedo decirlas frente a los demás, y eso es lamentable porque al final ése es mi verdadero ser que se plantea una realidad que no llega a un fin, sino a un fatalismo (a mí me gusta llamarlo así porque se oye más dramático, aunque el maestro Humberto le diga relativismo) sin sentido y vano. En este curso, desde la carta 1 me di el permiso (muy extrañamente, pues vivo siempre con filtros para no irla cagando o diciendo cosas que me traen muchos problemas) de mostrar mi verdadero ser y pensamiento, mi forma de expresarme, mis locuras mentales y sobre todo, mis vulnerabilidades. Nunca apareció el miedo a ser incomprendido o a que me tacharan de estúpido, que es como siempre vivo, con miedo a que me vean como un pendejo. El haber realizado este curso epistolar, me permitió decir cosas sin ver la cara de la persona que leía mis estupideces y, si no le gustaba, se tenía que aguantar y leer mis licuados mentales.
La verdad es que esperaba con ansia cada semana para escribir una carta y permitirme ser yo, pues incluso con mis amigos tengo que mantener filtros y siempre estar controlándome, y el hecho de tener un espacio donde no tengo que ejercer control de mí mismo, es muy placentero. Soy honesto, siempre estoy buscando lugares, momentos o relaciones en donde no tenga que hacer tanto esfuerzo por controlarme, sino que otros lo hagan por mí. El otro día, con mi psicóloga, hablamos de este punto; soy una persona hiperactiva y tanto mi ritmo de vida como mi mente van tan rápido que a veces ni yo me soporto, a veces lo que quiero es encontrar algo o alguien que detenga tanta velocidad.
Las epístolas que escribía no parten de un fundamento literario ni teórico, sino todo lo contrario, provienen del Lalo más profundo al que no suelo dejar salir. Decidí mostrar mi vulnerabilidad, no porque quería ser amado por mis compañeros de curso, sino para ser amado por mí mismo, para observar mi vulnerabilidad y mirar a ese loco que muy pocas veces dejo salir y que se encuentra reprimido y enjaulado. Te puedo afirmar que lo logré, cada vez que leía mis cartas miraba a mi verdadero yo y lo amaba y lo apreciaba cada semana. (Uta, ya casi estoy llorando y escribiendo al mismo tiempo).
Esas locuras y fatalismos que escribía forman parte de un tipo solitario e incomprendido que tiene que vivir muy poco tiempo en la realidad porque siempre ocasiona caos y problemas, hay gente a la que sí le agrada y lo pide a diario (pobres ilusos, no saben lo que piden y no saben lo que es vivir todos los días con un tipo así), pero yo prefiero dejarlo guardado, contenido y limitado. Ese ser que vive en el fatalismo del amor-odio y en la mentira–verdad, no podría existir y congeniar con los demás, o al menos no por mucho tiempo; pero por medio de las cartas tuvo la oportunidad de expresarse, de mezclarse y sobre todo, de mostrar su vulnerabilidad a este otro tipo que lleva los controles, que lo rige y que lo ama profundamente.
He visto su vulnerabilidad y ahora respeto más a este ser fatalista, a este doble mío que ha decidido obedecerme, contenerse y sobre todo amar cada segundo de libertad que le doy. ¿Quién escribe en este momento, el loco o el controlador? Mi estimado Juan Martín, ya no lo sé, quizá está escribiendo un nuevo fragmento de mi ser que es romántico y noble, un nuevo Lalo que también lucha día a día contra el controlador. Al final, no importa, lo importante es que estas cartas han hecho que me quiera, me respete y sobre todo, que descubra una nueva parte de mí mismo.
Saludos. E.