Miércoles, 28/04/2021
Buenas noches, Sr. Vázquez
Señor, porque soy menor que usted y siempre he creído que el respeto a los mayores habla bien de uno mismo.
En cuanto a mi nombre, las personas suelen llamarme por el primero, Atenas, sin embargo me pareció interesante que decidiera escribirme llamándome Monzerrat, así que me tomaré la libertad de responderle como Monzerrat.
Son pocas las cosas tan incompresibles como el amor, tema bastante subjetivo y hasta ilógico en muchas ocasiones. Sólo puede tener respuesta a través de la experiencia empírica, agregando los desvaríos químicos que nos causa el enamoramiento, lo cual me parece bastante gracioso considerando que su amigo, el amante de Lola, era (o es) maestro de biología.
¿No le parece irónico, Sr. Vázquez?
A pesar de mi corta experiencia puedo decir que para el romance soy bastante pasional y siempre había creído que el factor determinante para saber si algo es amor o sólo la ensoñación que trae la lujuria es la fidelidad; sin embargo eso no es una verdad absoluta porque entonces, ¿dónde dejaríamos el poliamor?
Creo que este pensamiento tan vago es una consecuencia del divorcio de mis padres. Hace tiempo conocí a una muchacha en una exposición (que casualmente trataba sobre el matrimonio). Me contó que sus padres también estaban divorciados y concordamos en que es algo bastante común en hijos de padres divorciados tenerle cierto repelús al tema.
“¿Si esta es la forma de amar de Lola? ¿Si Alejandro se ha negado aprender el amor de otra forma?” Waw, está bastante fuerte, ¿no? ¿Cuántas veces nos han amado de una forma que no queríamos? Para bien o para mal, concuerdo en que los cuestionamientos que me propone siempre tendrán cabida en la actualidad, porque siendo sinceros, cuando se trata del amor nadie tiene una respuesta definitiva.
No puedo evitar pensar en nuestra A’ida, tal vez yo hubiera dejado a un lado mis convicciones políticas para huir con ella y envejecer juntos, pero si eso hubiera pasado probablemente ella sería bastante infeliz.
“Al final todos recibimos el amor que creemos merecer”.
Frase sacada de una película clásica para adolescentes tristes.
Unx debe desear y dejarse consumir por la lujuria, todo el tiempo y en la cantidad que desee, pero no llamarlo amor. ¿Será la ambigüedad del amor lo que nos permite usarlo, pisotearlo, escupirlo y culparlo de lo que sea? Quiero decir, ¿no es la forma más fácil de justificar una infidelidad, un acto de celos, un desbordante romanticismo o hasta un asesinato?
Recuerdo que una vez alguien me amó tanto que prometió incendiar todo lo que yo odiara. Bastante irracional, ¿no lo cree, Sr. Vázquez?
Sin más que agregar, espero que esta carta lo encuentre bien.
Atte.: A.M.O.O