11 de mayo de 2021
Atenas,
Eres la primera persona a la que decidí contestarle por varias ideas que me interesan de tu carta y además por responder a la cortesía de tu misiva. Muy clásicos nuestros nombres, el tuyo y el mío. Primera vez que reparo en que mi nombre es de una deidad romana, no griega.
1.
Me he identificado con tu historia de Jonathan y los stickers de anime japonés. Yo tengo un gran amigo con el cual me comunico por Messenger de Facebook y el icono de nuestra conversación es el emoji de la caquita. Así que cuando algo muy bueno nos sucedía o algo nos gustaba mucho poníamos la caquita gigante, luego Facebook quitó esa función de hacer grande el emoji y ahora, si mandamos tres caquitas seguidas significa lo mismo. Sucedió que estábamos “mensajeando” (yo iba en el asiento del copiloto) y mi hija desde el asiento de atrás del coche me dice:
—What the heck! A quién le mandas tanta shit!
Lo que para ella era una pelea, para nosotros era la celebración de un nuevo proyecto. Así, yo no hubiera sabido leer la imagen de anime de los dedos índices juntos como seña de vergüenza.
2.
También me ha llamado el hecho de que tu mamá sea exigente con los regalos. Entiendo su descontento cuando recibió la taza común y corriente y su buena reacción al recibir una simple rosa. Hace tiempo me di cuenta por qué soy tan disgustada con los regalos, mucho más con los regalos que me hacen mi esposo o mis hijas. Tiendo a pensar en las cosas materiales como símbolos, especialmente los regalos. Quiero encontrarles un significado especial, quiero que digan algo, que tengan un mensaje secreto, que hablen de mí, de lo que me gusta, de cómo me ven. Muchos regalos me han parecido… digamos poco interesantes. No necesito que sean caros (aunque a nadie le disgusta un buen reloj o una bolsa de piel bien trabajada), sino que sean delicados. Ahora que lo escribo me doy cuenta de que es mi deseo insatisfecho de sentir que soy especial. Por eso creo que tu mamá se sintió feliz y satisfecha con la rosa rosada, simple y hermosa. Una rosa rosada es delicada, no es la típica rosa roja de San Valentín, y además fue robada del jardín vecino (que siempre es más verde), alguien la cultivó con cuidado. Yo también me sentiría halagada con ese regalo para el 10 de mayo.
3.
Me preguntas cómo se habrá sentido Xavier cuando A’ida le enviaba cosas como la mermelada. Y yo te puedo decir que debió sentir mucha nostalgia al probarla. Mucha alegría pero mucha nostalgia. Cuando estás separado (en ellos no es la distancia, es la separación ¿o siempre es la separación?) son las sensaciones más básicas las que más extrañas, las que más te reconectan, las que te llegan directamente por los sentidos corporales. Extrañas más el sabor de la comida que las personas que la preparan, la música del acento de tu idioma que flota en las conversaciones de los restaurantes, más que hablar o que te hablen en él. Cuando leí sobre la mermelada no pude evitar pensar en las paletas de grosella de México, en la mermelada casera de chabacano que se hace en muchas casas en mi tierra y pude sentir el sabor de la paleta y deseé tener un frasco de esa mermelada en mi alacena o ir con el señor de las piñatas que vende chabacanos de su rancho a la gente que gusta de hacer mermelada. Xavier debe haber sentido mucha nostalgia, como yo cuando abro el frasco de conservas y no sé si quiero estar aquí o allá; aunque claramente él sí sabría dónde preferiría estar.
Saludos,
Aurora