De A. para C.

Querida C.:

No estaba segura de contestar tu carta, tenía miedo de volverme predecible, de darle poder a la obviedad. Pero aquí estoy, escribiéndote porque soy igual de terca que tú, porque creo que nadie tiene derecho a decirle al otro qué puede o no puede hacer.

¿Te das cuenta del poder de la palabra? Hoy más que nunca deberíamos cuidar nuestras palabras. ¿En qué momento dejamos de disfrutar la intimidad de atesorarlas? ¿En qué momento decidimos que todos tenían que leerlas? ¿Es el enojo? ¿Es el hastío? ¿Es la cuarentena?

Las palabras me llegan por todos los medios, a todas horas y todos los días. Sería agradable recibir buenas palabras, tener noticias de ti y del resto de los amigos; sin embargo, las palabras que leo día a día son de completos desconocidos. Al principio era gratificante saber que el mundo estaba despertando, pensar que en verdad nos importamos los unos a los otros. Pero se ha convertido en un completo terrorismo digital. Discursos infinitos que se replican entre desconocidos, aliados para hacer crecer historias, difundir rumores y destruirse unos a otros.

Justo mientras te escribo esta carta, recibo 20 notificaciones en el celular con 3 sonidos diferentes.

Estoy harta, a veces quisiera que un gran virus destruyera los miles de servidores que hacen funcionar Facebook y WhatsApp.

Me gusta Instagram, esa app la podemos conservar… Le urge entrar en cuarentena a esta digitalidad.

Esta noche quiero ver The Social Dilemma. ¿La has visto ya?

Con este clima se me antoja un café y los chocolatines de Escargot, es tu carta seguro y el poder de la palabra. Por cierto, retomé el francés. ¿Te he contado lo feos que son los libros? No debería importarme, pero me importa, no le hacen justicia a la belleza del idioma. En la editorial, mi obsesión por la imagen les viene bien. ¿Te das cuenta de lo poderosas que somos? ¿Del poder del color? ¿Del poder de la forma? ¿Del poder de las texturas? ¿Del poder de las tipografías? ¿Del poder de la imagen?

3. El poder de guiar

Quien tiene el poder de diseñar y manejar el espacio cuenta con la posibilidad de construir señales y guiar al espectador por senderos a transitar, como si ellos fuesen sus únicos destinos posibles. El diseño guía el camino del paseante marcando rumbos prefijados por alguien y presenta como lógica la visión del territorio de quien diseña los mapas de nuestra sociedad.

Los poderes del diseño, de Sebastián Guerrini

Con cariño, A.