De A. para E.

 “In our
lifetime, we cross paths
with many people and
never see their true
identities”

La verdad no sabía a quién escribirle, pero después de leer las cartas de todos me sigue llamando de alguna manera cómo terminaste tu carta para L.:

“Porque al final es aceptar que nuestra vida es un gran cúmulo de mentira

No sé si yo sea tan fatalista.

Después de cierto tiempo, muchas personas nos volvemos indiferentes a la mentira, independientemente de si nosotros mentimos o nos mienten. Personalmente, me dan igual las mentiras y podría decir que, después de los veinte, me parecía más interesante que un extraño o alguien a quien apenas iba conociendo lo hiciera; aceptar la mentira es aceptar una especie de juego con los otros, aceptar sus términos y el mundo que ellxs han creado.

Hay un sinfín de prácticas para entretenernos que giran alrededor de la mentira: cualquier versión de un “RolPlay” es una mentira, una película de cierta manera también lo es, los juegos estilo IMVU o SIMS son manifestaciones de mentiras, nuestra existencia está rodeada de ellas y aun así, cuando la mentira viene de alguien con quien se comparte un vínculo puede sobrepasarnos.

Me gustan las mentiras.

Y me gusta que me mientan. Pero yo no soy buena diciendo mentiras, me considero bastante transparente; aun cuando lo he intentado, se siente como algo forzado y es fácil reconocerlo. Si me lo preguntas es bastante aburrido.

No recuerdo si fue en algún episodio de Dr.Who o en otra película donde vi un diálogo parecido al tuyo: “No importa si es verdad, nadie lo va a creer, es más, no hay mejor manera de ocultar que poniéndolo ante los ojos de los demás, de todas maneras creerán que es mentira”.

Y claro que toda mentira debe tener algo de verdad. La verdad de Mapple era su peso. Supongo que las mentiras dicen cosas de nosotros a los demás. Mencionas que tú has aprendido a decir “verdades a medias”, yo he aprendido a aceptar que mis verdades sean consideradas como mentiras; es el juego gracioso entre la verdad y la mentira en el que no importa lo que el interlocutor diga, al final, el poder lo tiene el receptor del mensaje.