Lunes 17:00 p.m
Hoy fui al mercado por la mañana y mientras escogía el tomate, vi un pequeño gatito blanco, sucio y flacucho, sentado en el piso (asfalto, calle, concreto). Pensé que era raro que un gatito tan pequeño no maullara pidiendo atención. Quería llevármelo, pero en mi casa ya tenemos a Milo y mi mamá es estricta con esa clase de cosas (aun cuando las escrituras tengan mi nombre).
Por un lado, me debatía (gracias a la culpa) entre llevármelo o no; y por el otro, procuraba asegurarme de que los tomates escogidos estuvieran maduros. Vi que el gatito, en silencio, se metió debajo de la mesa donde estaban los jalapeños, las zanahorias y las calabazas. Mientras se disponía a sentarse, así en silencio, el trabajador cercano a esa mesa lo pateó, al parecer no muy fuerte, pero lo pateó y yo me quedé también en silencio observando. Pude haberle gritado, pude haberle pedido amablemente que no lo hiciera, pude llevarme al gatito, bañarlo, darle algo de comer y rogado a mi mamá para que lo dejara quedarse hasta encontrarle un hogar.
Pero lo único que hice fue quedarme en silencio, observando.
“Si no puedes salvar a otros, ¿cómo te salvarás a ti mismo?”
En realidad, ¿qué tanto nos esforzamos para ayudar a los otros? ¿Cuántas veces las motivaciones son por un beneficio, sea ético, espiritual o económico? Hay líneas tan delgadas que es imposible saber de qué lado caminamos.
No sabía cómo empezar esta carta, mucho menos una especie de conversación. Sinceramente, muchas de las cosas que escribes me parecen de alguna manera codificadas, me marean.
Lo siento, tal vez eso suene mejor en mi cabeza.
Tampoco espero respuesta, porque probablemente no la voy a entender (lo siento de nuevo). En realidad ni siquiera sé por qué decidí escribirte.
Mayol comentó al inicio de la novela que tal vez a ti ésta te parecería una historia de amor; ahora que la terminamos, ¿qué opinas? Para mí, el amor es al poder como la cátsup a las papas fritas. Estoy insatisfecha con el final, siento como si el escritor me hubiera hecho perder el tiempo.
Me tomé unos minutos para leer todo lo que te había escrito y me dio la impresión de ser una persona bastante nefasta jajaja, pensé en borrarlo y tal vez escribir en un formato más común, tal vez un:
“¡Hola, compañero!
Espero que esta carta te encuentre muy bien.
Hoy el día está soleado y el aire tiene olor a pasto recién cortado.
>aquí hay un intento de reflexión con palabras rebuscadas sobre la novela <
Espero que sigamos escribiéndonos pronto.
Fin de la carta”
Pero el aire no tiene olor a pasto recién cortado, es bochornoso, pesado y caliente. No podemos acercarnos a los demás con mentiras, ni máscaras, ni palabras complicadas; esto que ves es lo que hay.
Normalmente, con Yola hablo mucho sobre la novela y los personajes, sobre lo que me hacen pensar/sentir en general, pero como te decía, no me agradó el final, así que realmente no quiero hablar sobre la novela. En realidad ya no sé de qué más hablarte.
Tal vez.