De A. para K.

14.10.2020
San Francisco de Campeche, Campeche.

Querida K:

(Quiero iniciar esta carta confesándote que me encuentro en conflicto. La caja negra me ha puesto en jaque, todo lo que yo asumía como real ahora no sé qué carajos es. Y comienzo de esta manera porque en la carta que me envías hablas de las palabras que le dije a Malec, sobre el amor, la vida y la cinematografía; eso fue real, pero ¿acaso me enamoré?, ¿era una idea acertada sobre el amor?, ¿qué es el amor? Si lo sabes, dímelo. Es urgente.)<x/p>

Son las 23:49. Minutos antes, las notificaciones del celular me han informado que Humberto me escribió una carta. Corrí a leerla y de inmediato me arrebató una sonrisa, ni siquiera sé por qué; pero algo se apoderó de mí y ahora siento la inmensa necesidad de escribir, de responder, de gritar y de cantar.

Yo conocí el mar al año de edad. Tengo una fotografía con mi padre, él está sentado pocos metros adentro del mar sosteniéndome, alrededor mío hay un flotador y yo parezco tener una sonrisa placentera. Desde eso hemos sido inseparables, el mar y yo; no sólo por su belleza visual y lo que imponen sus aguas poderosas sino porque encuentro algo mágico en el acto de flotar, la idea de convertirme en nada, pensarme sin el peso del cuerpo, sólo ser un alma a la deriva… ¿Hasta dónde llegaríamos? ¿Te imaginas?

Mis días más tristes han sido lejos del mar, pero peores son cuando aun estando frente a él no puedo sumergirme en sus olas, cuando no se calma y mi cuerpo no puede penetrarlo. Últimamente soy frágil, me han descubierto dos hernias de disco en las lumbares (L4 y L5), y entonces, cuando el mar está bravo, no puedo acercarme a acariciarlo, es agresivo; no le temo, pero temo que me rompa. (Hay días en que no tengo la fuerza de una roca). A veces, no tengo poder sobre mi cuerpo, no hay manera de hacerlo andar, duele mucho y me desespera tener la voluntad mental y no lograr mover un maldito dedo. 

Estos días he optado por nadar en la alberca (aunque me parece triste, navegar aguas estancadas es patético), porque no es tan riesgoso para la columna rota y como ella es una niña caprichosa, supongo que por unos meses tendré que consentirla, obedecerla y otorgarle el poder absoluto sobre las decisiones de mi bienestar físico y emocional, hasta cierto punto. A la orilla de la alberca hay un pato que me mira con compasión, tiene cara de conciencia cansada de andar, lo odio, pero a la vez agradezco que esté ahí (aún no sé qué pensar de nuestra relación).<z/p>

Durante los días de Gamma + Delta, salí a la alberca mientras llovía porque me pareció algo “arriesgado” de hacer, al menos algo más vital. Pensar en la posibilidad de relámpagos estando fuera de casa, a solas, sumergida en el agua, fue un intento de dibujar la adrenalina que a veces anhelo. En fin… me pasa que por momentos quisiera volver el tiempo y corregir todo lo que he hecho mal con respecto a mi cuerpo físico, y no por vanidad, sino porque que algo/alguien tenga más poder que tus deseos, que tus anhelos, está de la chingada.

ACT

P.d: Salir a la alberca ese día fue un acierto. Las gotas de lluvia cayendo sobre el agua me recordaron el zapateado de un Ballet Folklórico en alguna sala de ensayo y eso me hizo sentir tremendamente viva, ¡VIVA, KARLA!