De A. para L.

Lara: 

No sabes cuánto me cuesta hablar del poder. Pero es inevitable hablar de él, no sólo por el mero encargo de hacerlo sino porque en nuestro día a día se ha instalado con toda placidez. Voy a decir algo ya muy dicho: para que exista el poder se necesitan la debilidad y el miedo; el resto es pura historia. Desde hace tiempo elegí estar con los débiles, aunque se diga que en el mundo hay poco lugar para ellos. Al contrario: el mundo está lleno de seres débiles y, peor aún, están desvalidos. Pero, por supuesto, no es de esta debilidad de la que corresponde hablar ahora, sino de la que genera el poder que viene dado por el odio en una relación sentimental. 

No pude ver la novela desde el espacio en el que fue colocada. En cambio, en ese mismo lugar había un letrero: No hay ninguna vista previa disponible. El archivo está en la papelera del propietario. Así que no la leí, pero sé de qué trata porque busqué referencias sobre el texto. De hecho, la iba a comprar, pero no quise para no adelantar la lectura. 

¿Recuerdas a aquella mujer golpeada de la que te hablé en mi primera carta? La relación de esa pareja estaba marcada por el amor y el odio, en la que era el hombre quien ejercía el poder gracias al temor, la debilidad y el sometimiento de la mujer cantante de blues. Busca las historias de Aretha Franklin o Nina Simone y te vas a encontrar algo similar… O la de Amy Winehouse, tantas veces sumida en el dolor, tal como lo dice en “Back to black”: 

We only said goodbye with words 

I died a hundred times 

You go back to her 

And I go back to 

I go back to us 

Voy a extrañar verte mañana, así como te extrañé el pasado miércoles. Gracias por escribirme todavía y gracias también por leer mis cartas. 

Arturo