De A. para M.

Querida M.:

Llueve a mares y viene a mi mente tu carta. Vuelvo a leerla y el sonido incesante de pequeñas gotas que golpean sobre algo que aún no identifico, me acompaña. Puedo reconocerme en tus líneas. Sé que no las has escrito para mí y aún así, has logrado que vuelva a ellas.

El movimiento de las olas, el movimiento consciente e inconsciente de tu cuerpo, el movimiento cuando caminas, el movimiento cuando por fin pudiste andar en bicicleta; el movimiento pausado y el que te hace perder el equilibrio.

“Existen varios tipos de movimiento, según la trayectoria que describa la partícula”.

¿Has pensado en el poder del movimiento? Vermeer nos engañó con un simple movimiento de muñeca, o al menos eso he leído en la prensa.

Desde el 2018, el Mauritshuis montó un estudio de cristal donde, a la vista del público visitante del museo, un destacado grupo de investigadores en Holanda se ha empeñado en desentrañar algunos de los misterios ocultos detrás de la obra maestra de Johannes Vermeer.

Al parecer, la tecnología de punta que ha usado el museo, un escáner MACRO-XRF y un microscopio digital 3D Hirox, ha dado resultados.

“Hemos descubierto que la perla es una ilusión óptica porque no tiene contorno ni tampoco engarce para la oreja”, explica Abbie Vandivere, jefa del proyecto.
“La joya son solo unas cuantas pinceladas finas para sugerir el reflejo de la blusa blanca, y luego una capa más gruesa para mostrar la luz que cae desde la izquierda sobre su superficie…”.

Mientras leo esta noticia que se dio a conocer en “formato digital” por las restricciones que no permiten la actividad presencial, imagino que un grupo de reconocidos investigadores nos estudian mientras estamos confinados en casa; que se han montado un estudio a la vista de todos para observarnos, que cada que accedemos a Zoom o a las videollamadas, abrimos ventanas y portales desde donde nos observan…

¿Te conté de cuando trabajé en un museo? Fui parte de un singular equipo de yucatecos contratados para realizar la remodelación. Estábamos a un par de días de la reapertura del museo y entró a escena un esperado equipo de científicos, enviados por una respetada revista de ciencia de fama internacional. Su trabajo nos daría luz, nos permitiría armar las fichas de identidad que ocuparían una de las nuevas salas del museo. Recuerdo estar en la misma habitación que ellos, justo un poco como ahora, con cubrebocas, lentes de protección, guantes, y en franca sana distancia. Escáneres, cámaras, una que otra radiografía y fotografía infrarroja. El olor de la habitación era muy fuerte, estábamos entre muertos y, en realidad, no sé decirte si es ése el olor a muerte. En su momento no pensaba en ello, fue más impactante para mí escuchar a los científicos “trabajar”. Movían los cuerpos, otra vez el poder del movimiento… revisaban, medían, fotografiaban, examinaban, movían nuevamente. Al cabo de unas horas, no daba crédito a sus conclusiones:

–Tiene ropa de minero, parece que se dedicaba a la minería. La ficha puede decir: “Alfonso, minero de profesión”.

–Esta mujer tiene ropa de casa, seguramente se dedicaba al hogar, por sus caderas podemos ver que fue madre: “Carmela, madre de familia, se dedicaba al hogar”.

¿Es tan fácil inventarse una historia? Todo rayaba en lo absurdo, habían viajado por más de 24 horas para llegar a nuestro país para llegar a estas conclusiones y proporcionar sendas fichas descriptivas. Podrás imaginar lo incrédula que me volví respecto a los investigadores, a los científicos y a sus estudios sobre nuestra historia.

Otra nota llama mi atención:

Detalles insólitos escondidos en obras maestras del arte.

Johannes Vermeer, «La joven de la perla» (c. 1665).

La preciosa gema de Vermeer es una opulenta ilusión óptica, una que refleja nuestra propia presencia ilusoria en el mundo.

Se ha hecho tarde. Por ahora, me despido. Seguro que esta última línea hoy me quita el sueño: ​“N​uestra propia presencia ilusoria en el mundo​”.

El poder del movimiento. El poder de las palabras. El poder de aquellos que cuentan nuestra historia.

Con cariño, A.

La corteza visual primaria es el área visual más estudiada del cerebro, está localizada en el polo posterior de la corteza occipital (la corteza occipital es responsable del procesamiento de los estímulos visuales). Es la más simple, temprana, área visual cortical.