De A. para Y.

Hola, Y.:

Desde la semana pasada, cuando leí tu carta para Marcela, se me antojó muchísimo tu sopa de lentejas con tocino. Saber que planeabas qué escribir mientras cocinabas me hizo recordar que el primer platillo que aprendí a preparar fue sopa de pasta.

Tenía nueve años de edad cuando mi mamá estaba embarazada de mi hermana menor. Como a muchas personas que nacimos en esas décadas en las que las familias eran numerosas, me tocó ayudar a cuidar a mis hermanos. Mi mamá era de Sayula, Jalisco, y no tenía familia en la Ciudad de México; su relación con la de mi papá era pésima, así que estaba sola y no le quedó más que apoyarse en mí, que era su hija mayor, para atender el regimiento de hijos.

Mi iniciación “sopística” comenzó el día en el que mi mamá me acercó un ladrillo a la estufa (para que me subiera en él y alcanzara cómodamente la hornilla) y me dijo: “me voy a ir a tener a este bebé y mientras estoy en el hospital necesito que le des de comer a tus hermanos, así que necesito que aprendas a cocinar”. Me enseñó porque sabía que mi papá era un completo inútil para eso y porque no iba a permitir que su suegra viniera a entrometerse. En ese momento no se imaginaba que cinco años después iba a morir y su detestada suegra iba a acabar haciéndose cargo de nosotros. (Por cierto, la “mala mujer” nos dio casa, comida y educación).

Pero volviendo a mi estufa elevada, lo primero que aprendí a hacer fue sopa de letras. Mi mamá me enseñó que primero hay que dorar la pasta con movimientos incesantes para lograr que tome un color parejo. Después, hay que ponerle el jitomate, previamente licuado con un pedazo mediano de cebolla y un diente de ajo pequeño. A continuación, hay que añadir un par de cubos de Knorr Suiza y vigilar que hierva a fuego lento hasta que la sopa esté lista. Hasta la fecha, cada vez que hago sopa, viene a mi mente la escena de cómo imagino que pude haberme visto trepada en el ladrillo junto a la estufa. Mi mamá me enseñó a preparar varias cosas usando el método al tanteo, es decir, nunca uso medidas para sazonar lo que preparo. Pongo cantidades pequeñas y voy añadiendo lo que sea necesario hasta lograr la textura o el sabor que deseo. Sin embargo, aunque me considero una buena cocinera, ¡la sopa de lentejas no me sale! He intentado prepararla muchas veces, y nomás no me queda rica: o se me bate, o me queda cruda, o muy aguada.

Leyendo tu carta deduje que tenías mucha práctica con este platillo porque decidiste prepararlo cuando, según tus palabras, ya tenías mucha hambre, lo cual indica maestría. Así que aprovecho la ocasión para preguntarte si me compartirías tu receta de sopa de lentejas con tocino. Y si no es mucho abusar, ¿me compartirías tus secretos para hacerla? Porque conseguir una receta es fácil, pero he comprobado que eso no basta para lograr que un platillo quede rico. Como muchas cosas en la vida, lo que ayuda a una persona a tener éxito en un objetivo, es que otra, generosamente, la instruya. Son esos pasos, que no siempre quedan registrados en los pasos de una receta, los que hacen que la comida tenga ese toque delicioso: ¿a lo mejor usas una cuchara de madera para moverla? ¿Quizás remojas las lentejas en cierta cantidad de agua antes de cocinarlas? ¿Agua fría o caliente? ¿Qué marca de tocino prefieres?

Justamente esta semana preparé tortitas de plátano macho rellenas de panela. Es una receta que tenía ganas de hacer desde hace mucho y, a pesar de que es retefácil, hasta ahora tuve el tiempo de hacerla. Las tortitas me quedaron deliciosas y sospecho que combinarían muy bien con tus lentejas. ¿Qué dices, me enseñas?

Ojalá que sí. Saludos.

A.