De D. para A.

Arturo, 

Acabo despertar con el corazón vacío, tratando de entender cómo llega aquí, a este rincón de la vida. Al querer buscar una salida vi las cartas que esperaban ser leídas y la tuya me llamó. Anoche quise escribir y lo intenté muchas veces, pasé todo el día prendiendo y apagando el computador, perturbada tanto por lo que leía como por el desenlace de una relación de catorce años, y por el tema del poder

Habíamos llegado al lugar que una vez había sido tan sólo un sueño, en medio de lo que parecía una tormenta que nos hubiese transportado al ojo de un huracán invisible donde sólo las emociones fuesen partícipes. 

¿Para que exista el poder se necesita la debilidad y el miedo? Mi primera respuesta fue no. Para que exista el poder se necesita arrogancia, un sentido de superioridad, un deseo de dominación, una determinación de abarcarlo todo. Y es en ese sentir en el cual viene envuelto el miedo y la debilidad que ese miedo otorga a reaccionar frente a quien es dominante y codicioso(a). Eso fue lo que pensé al instante como repuesta. Y seguí leyendo enfocada en la pregunta, ¿desde dónde estamos hablando sobre el miedo y la debilidad? ¿Quién tiene más miedo? ¿Quién lo ejerce? ¿El que parece débil al dejarse dominar? ¿Quién es el dominando? ¿Por qué ejercer poder requiere sentir miedo? ¿Miedo a no tener, miedo a la soledad, miedo a sentirse parte de algo fuera de sí? Se necesita tener una debilidad para ser dominado, aunque la debilidad no es necesariamente fruto del miedo; la debilidad puede venir del amor, de la esperanza, o hasta del optimismo, del anhelo, que en realidad son características del poder centradas en la claridad. 

“Del amor al odio sólo hay un paso”. Ese dicho mi abuela lo solía decir, refiriéndose en ese tiempo a la realidad que enfrontaba el país. Ella lo decía como un comentario, una realidad, al saber que hasta un miembro de la familia que pertenecía al partido político conservador podía llegar a tener odio por otro familiar o amigo, hasta el punto de desearle la muerte, por la simple razón de que no tuviese la misma opinión, o porque deseara poder expresar un punto de vista del liberalismo. 

En mi rincón, sintiéndome desvalida por lo sucedido, sintiéndome débil en la soledad del momento, retrocedí para encontrar mi fondo y llegar al yo poderoso, al yo capaz de enfrentar cualquier situación, al yo razonable que mira al pasado y encuentra las repuestas y la claridad para sobrevivir. Ahí encontré, como tantas veces, la fortaleza para respirar profundo y decir… ¡adelante! 

El odio genera el deseo de dominar en una relación, de crear oponentes, de debilitar al otro o hacer que se sienta así, mientras quien domina se asume como poderoso y en dominio de las circunstancias y la situación. 

Como a ti, me fue difícil ver la novela desde el punto de Oz, y era eso lo que no me permitía acercarme a la página. ¿Cómo ubicarme yo en ese drama? ¿Qué parte de él se me hacía familiar o llegaba a tocarme y cómo? La novela en sí me estaba haciendo sentir impotente, porque aunque ya había leído casi dos cuartos, se me hacía difícil adaptarme y sentarme con el libro. De nuevo sentí una frustración. 

“Temor” esa palabra está cargada de imágenes y me acerca a un sentimiento que se difunde mientras leo La caja negra. Es el temor a lo que ella produce. “Zorra”, de Bad Gyal, narra visualmente y articula verbalmente el deseo de sentirse empoderada al reconocer las debilidades humanas y el trastorno que pueden llegar a producir. Narra la pasión, el deseo, el amor, y tal como sucede en La caja negra, sus actores llegan a odiar al ser amado y deseado, al punto de desearle daño y llegar a herirlo, de dominarlo a fin de sentirse en control. 

 De ahí nació mi argumento cuestionando el impacto de la “libertad de la palabra” y el impacto que esta libertad puede ocasionar en el individuo y en la sociedad. ¿Hasta dónde y cómo se debe ejercer esta libertad fundamental? Ayer, conversando con mi fisioterapeuta, le comenté sobre este video y sobre la conversación que había generado a propósito del poder. Hasta dónde la ley nos permite el poder de expresión. Ella comentó que el poder de libertad de palabra termina donde comienza la libertad del otro. 

¿Cómo se puede asegurar la libertad de expresión y proteger al mismo tiempo la libertad de ser feliz? Es una pregunta que me hago constantemente. 

El video de Bad Gyal y su música me parecen ofensivas, y me perturbó cuando automáticamente fue presentada, invadiendo mi espacio y mi tranquilidad. Como artista no soy propulsora de la censura, sin embargo estoy consciente del impacto que tiene la forma de expresión en otros y de nuestro derecho (que teníamos hasta hace poco) de nutrirnos de lo que estuviera a nuestra disposición. Hoy por hoy, las compañías deciden con sus propagandas, sus estrategias de marketing y algorythms lo que vamos a consumir, nos guste o no. 

¿Qué opinas sobre el tema? 

Poco a poco me hago camino en la lectura, tratando de calmar mi corazón, bañándome de tranquilidad bajo la lluvia. 

Diana