De D. para D.

Mérida, Yucatán, 29 de noviembre, 2020

David, qué maravillosa perspectiva me describiste en tu carta. Aunque yo recuerdo que nos detuvimos un momento y miramos tu cicatriz como una nota del destino que selló tu cuerpo y sin emitir palabras comprendimos que sólo era una forma de mostrarte tu vulnerabilidad. Sin embargo, creo que no fue la cicatriz lo que te distrajo, sino la herida que aún supura en alguna parte de tu frágil espíritu.

Miramos las calles como los caminos alternativos hacia diferentes destinos y nos recibió con su manto pegajoso y caliente. Reímos por los nervios que te provocaba estar frente al volante y por los gestos ensayados que te hacían parecer un experto.

Recuerdo el rostro del señor entregándote las llaves y creo que tuve que desviar la mirada para que no se me notaran los nervios. Salimos como si huyéramos.

Al vehículo no parecía importarle tu falta de práctica y aunque el miedo te atornillara los brazos, colocaste tus manos en el horario preciso y situaste la mirada al frente; no para ver el camino, sino frente al miedo, listo para atravesarlo.

En el silencio de nuestra experiencia nos comunicamos con vibraciones, así como lo hacen algunos insectos con sus alas o sus antenas; y sin palabras que nos estorbaran, tomamos una ruta rumbo al mar.

Llegamos justo cuando el sol se remojaba en el agua vítrea. La brisa levantaba cortinas de agua y se posaban como besos en nuestros rostros. La arena picaba nuestros pies descalzos y nos desesperábamos por escuchar los murmullos de las olas, como si urgiera recibir un mensaje pensado para nosotros. ¡Libre! Descifré en medio de toda esa composición virgen.   

¿Crees en presentimientos? Preguntaste de nuevo, como si hablaras con la espuma de las olas.

He pensado en estos viajes, primero entre la nieve, luego por los caminos con curvas peligrosas y ahora aquí, frente al mar. He hilvanado cada perla escondida en los escritos de todos y los he cosido justo donde la ansiedad ha dejado un hueco.

Al poco rato, miradas se sumaron a las nuestras y nos despedimos en silencio.  Es así como lo recuerdo.

Te agradezco por el paseo vivido y revivido.

D.

P.d. Me llamaron la atención tus palabras resaltadas. Te las devuelvo resaltando las mías y agregando las tuyas.

Varias manos tocan la mitad de mi cuerpo,
102 pisadas faltan para estar 100% seguro.

¡Manos en el volante! dijo mi hermano
Y las coloqué en posición 9:15
aunque parecía 10:10

14 ciclos cerré en una calle desconocida:
22 A y respiro… he vuelto a manejar.