De D. para M.E.

Julio 12, 2021 

Mérida, Yucatán 

Estimada María Eugenia, 

Acabo de abrir el portón, afuera me esperaba el hombre que vende los frutos de su finca. En su triciclo porta su tienda y su compañero iba con él. Yo había corrido frenéticamente, buscando en mi monedero algunos pesos para ayudarle en su venta del día. Sesenta y tres pesos era la suma total. Decidí de todas formas abrir la puerta y ver qué podía comprar con ellos. Por un instante me sentí rica. Hahaha! Pues pensé que no tenía un solo peso. Ese momento me llevó a un viaje a casa. Me encontré de repente en San Francisco, y me pregunté, ¿con este dinero, cuánto o qué podría comprar allí? Pensé en el cheque que aún no he depositado y en el banco aquel que sueles frecuentar y donde miras el cielo acostada en su césped. 

Antes de continuar, excusa cualquier error gramático y ortográfico, te agradezco cualquier corrección. 

Sentí el calor y los rayos del sol en la piel quemada, era mediodía y apenas pude subir la mirada al cielo. Con una sonrisa le dije: ¡Buenas días! Él de inmediato me dijo: “Hoy no estoy muy bien. Mire lo que me sucedió.” Tenía el ojo izquierdo inflamado y morado. Casi no lo podía abrir. La inflamación se desbordaba fuera de la mascarilla. ¿Qué le sucedió? ¿Lo atacaron? 

“No, tomé mucho y al caminar, me caí”. 

Pensé en ese instante que me estaba diciendo en clave un mensaje. Mirándole a los ojos, concluí de inmediato que era imposible que su ojo solamente estuviese maltratado, y no tenía señal ninguna en su frente o en sus manos de haber tenido una caída. Parecía más que alguien le hubiese dado un puñetazo. 

Quería ayudarle porque noté que llevaba su tienda movible casi llena, y usualmente cuando llega a mí trae sólo la mitad de la carga. Las papayas las había pelado y empacado en plástico. Pensando en el Covid decidí no comprarlas y le pregunté en cuánto me vendía la bolsa de limones que traía y las naranjas. Sabiendo que las pitahayas cuestan mucho más, opté por no comprarlas, además sabía que aún tenía unas. 

“Sabes, los aguacates que me vendiste no maduraron y permanecieron verdes”. 

“¿No maduraron?” 

“No”.

“Toma estos, están maduros, listos para comer”, dijo y añadió: “¿quieres naranjas?”.

“Me gustaría, pero no sé si me alcanza. ¿A cuánto me las vende?” 

“Todo es 60”. 

Contenta de que podía comprar lo escogido, le di el dinero; pero su compañero dijo: “No, faltan seis”. “¡Oh!” respondí, “entonces le devuelvo un aguacate y sólo me quedo con dos”. 

“No, quédeselo. La próxima vez me da lo que falta”. 

“Le debo tres pesos”, le recordé en voz alta y le di las gracias. “Que se mejore pronto”, le deseé y descansando los productos en la mesa de la entrada, cerré la puerta de vidrio y lo alcancé a ver caminar doblado, empujando su carga. 

Las pitahayas, cada vez que las corto, independiente del ángulo, me hacen pensar en el caos que de una forma u otra todos llevamos dentro en algún momento. Su textura es tan diferente, así como su cascarón rosado encendido y su apariencia con ángulos simulando la piel de un dragón. Dentro, su pulpa siempre tierna y pálida, con su sabor sutil, casi indetectable, y aquellas semillas diminutas parecidas a las de kiwi que siempre toman una forma organizada. 

Curiosa, quise investigar y abrí dos más queriendo ver si encontraba un rasgo de similitud, y me pareció ver algo parecido a un fractal en varias dimensiones. Toca verlo desde lejos para notarlo. 

Puede que sea mi imaginación (el deseo de ver algo con que me pueda identificar) y no una realidad científica. Algo así como lo que le sucedió a Amélie con Melvin al presumir que sabía con quién estaba tratando, tomando las cosas por su determinada apariencia y al pie de la letra, lo que la llevó a darse cuenta de que nada era como ella asumía o pensaba y que, echando un vistazo más profundo y con distancia, de repente nos revela realidades a las que no tenemos acceso, pero que nos afectan sin siquiera saberlo o verlo claramente. 

¡Dejó de llover! Voy a disfrutar esta delicia. Hoy, averiguado, me entere de las propiedades nutritivas y beneficiosas de las pitahayas. ¿Sabías que son ricas en minerales, como calcio, fósforo y hierro, que contiene vitamina B y son ricas en vitamina C; que también contienen un nivel grande de agua y fibra soluble? Supongo que sí, que sabes muchos más secretos de sus beneficios y propiedades. Dime, ¿te gustan? Al tomar la fruta entre los labios, pensé en el señor y en su ojo que parecía que fuese a reventar de tanta sangre acumulada. ¿Qué había detrás de aquella máscara y de sus palabras? ¿Cuál sería la razón por la que había tomado? Su aparente honestidad me dejaba con más preguntas que respuestas. Unos comentarios acerca del derecho de piso, me hizo pensar, así como otros comentarios hechos por una periodista sobre la opresión de los indígenas. Pero en fin, será interesante escuchar tus comentarios el miércoles acerca del libro. 

María Eugenia, nos vemos el miércoles. Hasta entonces. Que sigas disfrutando. Hasta pronto.

Diana