Mérida, Yucatán, 18 de julio, 2021
Hola, Humberto
¿Cómo estás hoy?
Es domingo, van a dar las 5 de la tarde, y acabo de terminar la novela de Amélie Nothomb que nos dejaste de tarea. Veo, con gusto, que no me equivoqué al decir que Una forma de vida se trata, en primera instancia, del amor propio. Hice este comentario en nuestra reunión del miércoles pasado, ¿recuerdas? Mi apreciación no tuvo eco; ninguno de los participantes del laboratorio respaldó mi dictamen. Esa es la dicha de llegar a un sitio virtual sin compromisos: cada uno asiste convencido de su verdad.
Como tú, tuve dificultades ese día para establecer la conexión; Gibrán estaba hablando con Amaranta cuando llegué directo a confesar mi falta: no había leído el libro completo, a diferencia de casi todos. A pesar de mi abrupta entrada con la verdad, ninguno me contó el final de la novela, lo que considero fue una actitud encomiable, lo raro es que no mencionaran nada en relación con la mentira cuando tú lanzaste abiertamente la pregunta. Incomprensible que no revelaran sus ideas sobre este tema tan evidentemente explícito en la obra. Por supuesto, todo queda evidenciado al final, y yo no había llegado a ese punto.
Mi desconcierto se suma al tuyo. Me di cuenta de que esa tarde estabas incómodo ante el descontrol de nuestros rostros expectantes de tu voz, de tus palabras, de tus preguntas y azuzamientos. Lamento que hayas tenido dificultades; como habrás percibido, todos te echamos de menos, todos. Melvin reivindicó su existencia en este plano de la realidad a partir de una mentira tan grande como la corpulencia que lo sostiene y de la cual es víctima.
Melvin se propuso interactuar con un sujeto aparentemente noble del sexo femenino porque se identificó con la “bondad del espíritu” que advirtió entre líneas en las declaraciones de Amélie a un periodista. Melvin, avergonzado de su “insignificancia”, creó una mentira para seducir a una escritora prodigiosa en el manejo de la ficción. Melvin es un ser convencido de su insignificante valor como ser extraordinario; la paradoja es proverbial.
Amélie Nothomb recurrió a Melvin para salvar su perenne insatisfacción y hambre de gloria. La gula de éxito la llevó a desdoblarse en un ser deforme, con tres papadas, nalgas y tetas esperpénticas.
La mentira de Melvin salvó a Amélie de un colapso de ansiedad. Encontró en la antítesis de su controlada figura el rescoldo para salir a flote y entregar una obra verosímil a sus editores.
Los lectores del siglo XXI aspiran a ver en la literatura de ficción sucesos autorreferenciales. El agente de Amélie Nothomb siempre enfatiza en este punto cuando se juntan a hablar de las obras venideras. A solas, Amélie constantemente se interroga sobre el sentido de la existencia. Melvin fue el sujeto aparentemente abominable que la libró de caer en el vacío.
La mentira es transparente: ¡salva!
El miércoles estaba tan avergonzada por no haber terminado el libro que mantuve la mayor parte del tiempo la cabeza agachada. No miento. Y dejé para esta carta mis observaciones porque me sentí indigna de abrir la boca.
¿Sabes, Humberto? No terminé de leer Una forma de vida porque estuve editando una novela de Carlos Hurtado (Guadalajara, 1955 – Cancún, 2015), autor de una novela emblemática que ya va por su tercera edición: Cancún todo incluido. Mañana, justamente, la mandaré a imprenta.
Mi justificante es perfecto. El tiempo invertido en leer y corregir en la computadora la obra de Hurtado me dejó sin fuerzas para leer en pantalla a Amélie Nothomb. Así, sin vuelta de hoja. Mi amor propio le dio prioridad al trabajo a pesar de mi compromiso contigo y con el Laboratorio, y una vez más estoy siendo sincera (sin – cera), como la miel pura que tomo cada mañana en ayunas.
Reniego de la mentira.
Renegaré siempre de la pose falsa.
Bajo estas premisas, sólo me queda decir que ojalá nos conozcamos en persona algún día… No tendré que usar pasaporte, y tú eres delgado y ágil, de modo que, a simple vista, no hay impedimento.
Eugenia