1 de julio
desde un lugar en el que estoy buscando estacionar y retomar mi vida.
Hola, José,
No habíamos tenido la oportunidad de tener una conversación, por eso te escribo ahora y para compartirte una reflexión que me ha generado todo este taller. Me he puesto a pensar en cosas que desde hace mucho tiempo había dado por sentado y que había llevado a lo práctico. Supongo que has leído mis otras cartas. Cuando se habló del amor, yo invariablemente tuve que relacionarlo con la vulnerabilidad y, a la par que leíamos La Caja Negra y discutíamos sobre el poder, también surgió en mí una conexión con este tema.
Me explico con más detalles. Yo he sido un fan (desde hace muchos años) de la filosofía existencialista y, sobre todo, de Jean Paul Sartre. Hace tiempo hice un escrito sobre la imposibilidad de las relaciones interpersonales en el mundo catastrófico que presentaba Sartre y cómo seguía vigente en la cultura popular de ese tiempo (el escrito lo realicé a finales de los años noventa). A pesar de superar ya un poco esa etapa, no puedo negar que son mis raíces y las bases de la construcción de mi yo actual.
Pues bien, soy una persona muy apasionada, con mis amigos y seres queridos doy el 100%, a veces incluso tengo que poner un límite a mis niveles de intensidad; pero hablando de amor, la única manera de solucionar la catástrofe sartreana que llevo cargando es amar desde la vulnerabilidad. Al mostrar al otro tu vulnerabilidad estás entrando a un tremendo juego de poder, es decir, a la otra persona le cedes mucho poder y control sobre ti, sobre tu vida e incluso sobre tu libertad. Sartre mencionaba que en las relaciones se da un juego entre el En sí y el Para otro. El En sí es ese ser acabado perfecto que cuando se encuentra con otro ser le llama el Para otro; en la interacción, uno descubre que el otro está inacabado y no es perfecto, por eso el En sí quiere dominar al Para otro al grado de ejercer control en todos los sentidos y ámbitos de su vida, desde su ejercicio de la libertad hasta sus decisiones. En otras palabras, el En sí es uno mismo y el Para otro es el ser que te encuentras en el camino y que fatalmente siempre va a establecer una pugna por dominar al otro. De aquí surge la imposibilidad del amor y el juego de poder y tener al otro. Sartre menciona que la única relación viable dentro de este esquema es el que se da entre el sádico y el masoquista.
Al final, la relación de amor se convierte en una relación de poder entre dos seres que están luchando por ceder y creo (en mi muy poca experiencia sobre el tema) que las relaciones de amor caen en estos círculos viciosos de poder, en los que una persona quiere algo y la otra tiene que ceder en algún punto, puesto que no siempre van a coincidir. Al final, creo que mi fracaso en la experiencia del amor se debe a esta locura e imposibilidad existencialista de no ceder al poder de otra persona.
Pues ahí está mi tragedia del amor–poder.
Saludos. E.