De E. para M.

Mérida, Yucatán con tres gotitas de llovizna 

30 de mayo, 2021 

De luto, Mina. Estamos de luto. Tú por el Chino y yo por un gran amigo que también se llamaba José Luis. 

Mi amigo murió el 14 de marzo, de COVID. No lo pude ver para despedirme; es más, ya no leyó el último mensaje, apagó su celular al llegar al hospital. Y aun con el teléfono apagado yo seguía escribiéndole y hablándole convencida de que se recuperaría. Hasta el último momento confié en su capacidad para sobreponerse a lo peor… Vivía en otra ciudad en una casa pequeña; al igual que El Chino amaba las antigüedades y las artesanías. Era un hombre pulcro, muy sano y lleno de vida… Un hombre alegre y guapo que en algo se parecía a José Martí. Al igual que el Chino, vivía solo, sin perros, con sus compañeras las plantas. Le conocí varias novias, pero jamás vivió más de dos semanas con alguna. No tuvo hijos. Sus mejores amigos eran sus hermanos. 

Mi José Luis se fue de este mundo en condiciones fatídicas la madrugada de un domingo, con enfermeras desveladas asistiéndolo y un médico de guardia vigilando sus últimos signos vitales. Fue incinerado. Sus cenizas reposan con las de su padre en una hermosa capilla, ahí le ofrecieron una misa y hubo rezos de despedida. Yo, acá, sufriendo la crisis más dura de todos los tiempos, desconsolada y sola. Hoy domingo tomo café vestida de luto aunque ya pasaron dos meses y medio. El luto perdura. La desesperanza es un signo vital. La falta de aliento es una enfermedad crónica. Es muy doloroso no ver a los amigos que más queremos, mucho más fuerte aún que dejen este plano de la realidad con la mente lúcida. A mi José Luis le hicimos un homenaje escuchando a Janis Joplin… 

Frente al ataúd del Chino vi al amigo cubano que una noche se quedó dormido en el suelo de mi casa destrozado por la tristeza cuando recibió la noticia de la muerte de su madre… Ese recuerdo tengo… No sé si esa era realmente la causa de su dolor, pero así lo veo, cansado de llorar… 

Las exposiciones que realizó, su porte elegante, sus aportaciones teórico-filosóficas al posmodernismo yucateco, los debates que inspiró, la crítica a los conservadores, todo eso perdurará. La Calle 54 entre 49 y 51 sigue siendo la Calle del Chino. He pasado por su casa últimamente, y me lo figuro ahí, saliendo… También en la Calle de la Clínica de Sandra Peniche: Servicios Humanitarios de Salud Sexual y Reproductiva, frente a la que se ponen a rezar el rosario gentes que se oponen al avance de la ciencia y la medicina, gente retrógrada que difícilmente escucha su cuerpo… ¿Qué pensaría El Chino de esta instalación viviente?

A Blanco Trópico le urge una sacudida, ¿no crees? 

Que vengan inversionistas open mind y no solamente capitales frívolos… 

Si El Chino irrumpió en el performance de Marco Aurelio, como me cuentas en tu carta, era lo que tocaba. Yo no estuve ahí esa noche, pues de haber estado hubiera aplaudido la escena, además de brindar con El Chino y con Marco Aurelio muy conmovida… Sí, esas cosas conmueven, y hay que hacerlo notar, salir un poco de la monotonía, irrumpir con el dulce encanto de lo que se sale del guacal, de lo que no encaja del todo. Tu descripción del momento es perfecta. Logré ver hasta el aspecto de los presentes, las estolas, los tacones… muy posiblemente un tanto indiferentes a la vida, probablemente no tanto al performance. La cultura en Blanco Trópico hace años que se ha vuelto desabrida… 

Antes de la pandemia yo ya había dejado de ir a exposiciones y de estar al tanto de la cartelera cultural. No sé exactamente qué me llevó a la desilusión… O quizá sí lo sé y tomé la decisión radical de aislarme. 

Tú hablas de un pastel que hace rato se cae… Esa es una buena imagen para definir el desplome de una comunidad. 

Frente al ataúd del Chino pensé en esta desgracia. 

Lo despedí sintiendo en lo más profundo de mi estructura ósea el efecto que deja ver un edificio desmoronándose… un edificio donde viviste y creciste… 

No soy de las que se aferran a algo imposible… No soy de las que se aferran al pasado, pero reconozco que no me gusta el rumbo que va tomando el ambiente… 

No recuerdo qué vestido llevaba cuando fui a tu casa esa vez que dices. Ya era de noche, y la verdad es que tu plática me transportó a La Habana y a ciertas calles que me gusta caminar de arriba abajo, incansablemente… 

Cuando quieras nos tomamos un mezcal En nombre de Dios. No puede ser que hasta hoy no lo hayas probado. Te puedo asegurar que El Chino sí lo probó. Mi José Luis era AA. El alcohol, bendito alcohol… Sigamos siendo fuertes, querida Mina. 

Eugenia