De E. para R.

Mérida, Yucatán, 4 de mayo, 2021 

Querido Rafael, 

Mi obsesión por el tiempo me lleva a contar los días que han pasado desde que te vi la última vez… son infinitos e innumerables, y esa es la paradoja, verte a través de la pantalla de mi computadora no significa, necesariamente, que te haya visto; esa tarde de hace quince días apenas te intuí. Apenas pude verte sentado en un sillón de grandes dimensiones cerca de la puerta/ventana que da a tu terraza. Intuí un jardín, una alberca y una vida familiar pacífica…

La última vez que nos vimos fue en tu estudio de la Calle 51 cuando atizabas la llama del bracero para fundir una pieza metálica… Quizá mi memoria me engaña, quizá solamente estabas llegando en tu camioneta y yo, al verte estacionar, di por hecho que esculpirías un dorso femenino en acero ardiente. Divago, efectivamente divago porque vivo dispersa y, sin embargo, hoy quiero acercarme a ti, aunque sea – otra vez– desde una pantalla líquida. 

La verdad es que te escribo por sugerencia de un amigo tuyo; bueno, no me lo pidió explícitamente, pero intuyo que él esperaba que lo hiciera al ser él esa especie de puente que nos puso frente a frente en medio de gente desconocida. Esa tarde me pregunté qué estoy haciendo aquí, pues reconozco que me sentí como una peregrina, una peregrina incrédula ante la presencia de rostros interrogantes pero silenciosos… De entre todos ellos, aparte de ti, solamente conocía a Mina. La conozco desde hace muchos años, y supongo que te lo imaginabas puesto que vivimos en una ciudad donde el campo de la cultura está realmente acotado. El campo, sí, visto como una inmensa parcela de frutos tropicales. Pero tampoco tenías por qué saber que la conozco, y menos que la reunión me transportó a sus fotografías, a las conversaciones que hemos tenido, al proyecto de libro en el que me invitó a participar como correctora… Y, claro, me transporté a su casa… 

Recordé una fiesta en la que estuve ahí hace ya bastante tiempo… Fue una fiesta en la que en algún momento platiqué con José Luis Rodríguez de Armas, El Chino… Pues sí, lo recordé al verla aquella tarde, sentada en su oficina, en la misma casa donde fue la fiesta, una casa ahora totalmente cambiada, por cierto. Recordé al Chino conversador, el clásico Chino bebedor y cariñoso. Esa noche –nunca lo olvidaré– salió de la fiesta descalzo. Los pies se le habían hinchado muchísimo y ya no le entraron los zapatos. Insistía en irse caminando a su casa, al fin que vivía cerca… Y creo que eso hizo, finalmente. Lo vi cruzar la calle en su desafiante actitud de andante (que yo sepa nunca tuvo automóvil), dicharachero, despidiéndose a gritos… 

Lo que tú no sabes, Rafa, es que después de ver a Mina en la pantalla de mi computadora, como te vi a ti, distante, sentí enormes deseos de acercarme a ella y abrazarla… El deseo no brotó de la nada, Rafa, el deseo brotó del dolor que provoca la muerte. Pero cómo iba a abrazarla si no somos amigas… Cómo iba a abrazarla… Obviamente limité mi impulso; además, su fortaleza inhibió hasta mis palabras. Mina, así como la viste, fuerte, enérgica y valerosa preparó la capilla donde veló al Chino y adonde fuimos a despedirlo. El Chino esta vez partió en silencio

Solamente Mina sabe cuáles fueron sus últimas palabras. Observé a Mina en la pantalla de la cita de hace quince días y me sentí más cercana a ella que a ti. A ti te conozco menos, Rafa, pero gracias a ti la volví a ver. Frente al féretro de El Chino recordé al museógrafo, al curador y al borracho que dormitaba en los bares… Frente al féretro de El Chino reviví sus exposiciones en el Olimpo y el Palacio Cantón. Quise despedirme de El Chino porque marcó una larga época en la historia del arte y la cultura en Mérida. Fui a su funeral por mí y en representación de Israel Koh, el anticuario-pintor de la calle 49 que tuvo el estímulo del Chino para volverse artista de tiempo completo. 

Es así, Rafa. Ah, pero ahora me doy cuenta de que no fue tu amigo Humberto Chávez quien provocó que te escribiera, ¡fuiste tú mismo! Obviamente sabías que trascenderíamos la relación de pantalla a pantalla. Increíble pero cierto, dominas a la perfección tus tácticas seductoras. 

Eugenia