Tecate, Baja California, noviembre, 2020.
Para…
Las leyendas, los mitos, los pregones, las coplas, son géneros ricos en las tradiciones y la cultura de los pueblos. Muchos de ellos nacen de la fantasía popular, otros quizá forman parte del imaginario de una realidad a medias que, a través de su divulgación, se va transformando, ya que la tradición oral se asemeja un poco al juego del teléfono descompuesto.
En Tecate hay leyendas que son apasionantes, desde las de aparecidos, hasta las de la presencia histórica para definir el porqué del nombre de la ciudad. Se dice que Tecate viene del vocablo indígena Tukat, que significa corteza de árbol o tecata. Sin embargo, no es de esta leyenda en particular de la quiero hablarles, les compartiré una muy graciosa.
Resulta que entre mis compañeros de escuela tuvimos amigos con los que compartimos vivencias hasta el día de hoy. Uno de ellos fue boxeador durante un tiempo, luego fue fumigador, después comerciante e incluso escritor; en este último oficio ofreció a niños y grandes sus “Cuentos del tío Popo”. En uno de sus cuentos nos platicó la historia sobre el origen del nombre del cerro del Cuchumá: el tío Popo explica que el cerro era habitado por indígenas y que entre ellos había una mujer indígena muy coqueta (cabe mencionar que la mitad de este cerro pertenece a México y la otra mitad a Estados Unidos), y cuando un americano, güero y fuerte subía al cerro montado en su caballo, ella le gritaba: ¡vengase con chu má! y que de ahí nace el nombre de Cuchumá.
Años más tarde supe que en las clases de la facultad de Turismo se narraba esta historia como el origen del nombre del cerro. Más grande fue mi asombro cuando, en una ocasión en que viajaba en el recién inaugurado tren turístico Tijuana-Tecate, se nos narró esta historia como parte de nuestra cultura contextual. ¿Cómo la ven? La realidad supera la ficción, y anécdotas como ésta me ha tocado escuchar, vivir y reír, porque así es la vida: todo un teatro.
Lo que alcancé a entender sobre la carta de esta semana es que debíamos hablar un poco sobre la mentira, y si bien la mentira no es un valor considerado bueno, hay muchas de ellas que no son tan malas; incluso existe la idea de decir “mentiras piadosas”. Pues cada quien, en la literatura se valen.
El libro de la semana, Una forma de vida, me agradó bastante, incluso hice un ejercicio con mis alumnos en el que les pedí que le enviaran cartas a ese joven que estaba engordando sin parar, les narré un poco de la historia y las que ellos construyeron enriqueció mi perspectiva, la creación genera creación. El peso, el hambre, los deseos de comer, el miedo de engordar son estados en el que nuestro amigo distante nos sumerge, esas penas que mueven vanidades en busca de una anatomía perfecta, que no es así, pero es lo que nos venden.
Pero prefiero dejar hasta aquí la alusión a carnes y lonjas e imaginarme ese árbol, cerca de la biblioteca, que vigila el camino de retorno de Humberto y que con la luz del farol refleja cada una de sus hojas en su cara, y que a la vez me recuerda a Zaqueo que se subió a un sicómoro para alcanzar a ver a Jesús cuando pasaba por ahí. Rememoro una vez más el encino y el columpio que me quitó un muro fronterizo.
¿Cuánto es verdad? ¿Cuánto es mentira? Bien dijo Ramón de Campoamor “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Mis saludos y afectos para ustedes.
Cariñosamente F.