23 de mayo, 2021
Apreciada Aurora,
Después de tanto tiempo sin saber ti me he sorprendido al recibir tu carta.
Lo que me parece insólito es que menciones los mensajes que has intercambiado con NM, para que después me solicites un trueque con asuntos relacionados con la privacidad de Delfín.
Sabes que el principal instrumento de poder de NM y Delfín radica en obtener y manejar la información. Tú y yo aprendimos del mismo maestro de la información: nuestro querido Don.
Si aún viviera Don estaría consternado —o quizá atacado de risa.
Don haría varias observaciones:
La primera es que jamás reveles la identidad de tu víctima —o sea yo, tu fuente de información—, ni todo lo que conoces sobre el asunto a exprimir. Te hubieras mostrado ignorante en tu mensaje y quizá hubiera escrito información de más.
Don decía que siempre debes apelar al núcleo de egoísmo de tu víctima, a su interés. Pero tú me pides que traicione a cambio de un chisme que me es inútil. Y cualquier cosa que te comparta en este desequilibrado quid pro quo, te sería de utilidad para dominar a NM.
Recuerda cuando Don nos decía que jamás mostráramos nuestras intenciones. Y tú me has descrito con detalle toda tu jugada.
Aunque has jugado magistralmente con NM en esos mensajes, ella ahora sabe que la engañaste. Sabes que no lo va a dejar pasar, ¿verdad? Ten cuidado.
¿Por qué me lo has contado? ¿Desconoces que aprecio a NM y al Delfín? Sabes del cariño que les tengo y la protección que me brindan. Ahora me es más valioso alertar a NM de tu determinación por deshilacharla.
Sin embargo, no le contaré cuál es tu intención puesto que eres mi mejor amiga y sé que terminarás tu juego con ella. Me has puesto en peligro al contarme todo.
Te cuento que NM ya no viste de rojo. Ahora usa más el azul, quizá porque lo combina con sus ojos, o quizá, como bien dices, porque las mujeres tienen otras formas de mostrar su poder. Quizá NM se cansó de mostrar el suyo.
Siempre buscamos un objeto que represente nuestra autoridad: un bastón, un reloj, una silla, un vestido rojo, qué sé yo. Pero el poder no está en lo simbólico de ese objeto físico. Más bien, el poder es un talento intangible y los objetos son sólo instrumentos para connotar esa autoridad.
¿Me explico con lo de los instrumentos de poder? Deja te cuento una historia.
¿Recuerdas al amigo que tengo en el Puerto? ¿El Capitán? Él posee un avión, dos helicópteros y un yate, ¿sabes por qué?
Cuando El Capitán era un niño, miró un espectáculo inolvidable en el malecón del Puerto de Veracruz: el arribo faraónico de Malcolm Forbes y su familia.
Los Forbes y su tripulación aparecieron saludando sobre un enorme yate que contenía un helicóptero en cubierta. Su avión volaba alrededor del yate.
Todas las naves de Forbes estaban pintadas de blanco, dorado y verde. Forbes las llamó sus ‘‘Herramientas Capitalistas”.
Desde entonces, el Capitán aprendió sobre la importancia de hacerse de sus propias herramientas capitalistas, porque son instrumentos que le permiten enfatizar su poder y adquirir riqueza. Su dominio no radica en las naves que posee. El Capitán se muestra a sus víctimas con un aura de magia al llegar o retirarse de un lugar. Un juego de relaciones públicas y poder.
El vestido rojo es otra herramienta de poder. Pero la sustancia del poder de NM y Delfín está en poseer información, que es la materia prima que administran, conectan, sintetizan, publican y guardan.
¿Por qué debes de temer a NM? Sabes la respuesta. Y si no la sabes, eso será lo único que te voy a desvelar.
NM y Delfín tienen varias herramientas de poder. Una de ellas es una zona ubicada en algún lugar que desconozco, lo llaman Área Morada. Nunca la he visto y quizá es una habitación púrpura o el cajón de un escritorio. No lo sé, pero estoy seguro de que existe y está construida a prueba de fuego, de inundaciones, de robo, de todo. Ahí guardan en audios, fotografías, papeles y vídeo, toda la basura humana de sus víctimas.
Deja el asunto de NM y Delfín. Estoy seguro de que ellos guardan, en esa Área Morada, un pequeño e insignificante archivo con las ruinas que tú y yo escondemos bajo nuestra piel.
Espero verte pronto,
Federico.