De F. para A.

Apreciada Berrueto,

Mentir es un acto de comunicación. La mentira conduce al engaño. Más bien, hablar conduce al engaño.

Aunque no exista una definición universal de la mentira, podríamos explicarla en la siguiente afirmación: “La mentira es una declaración realizada por alguien que no cree en tal declaración, con la intención de que otro más crea en la veracidad de esa declaración”.

Mentir es una intención que conduce al engaño y está compuesta de cuatro movimientos.

El primero es la existencia de una declaración (movimiento declaratorio). El segundo, es que una persona crea que su declaración es falsa (movimiento de falsedad). El tercero, es que esa misma persona se convierta en el emisor de una declaración falsa (movimiento de transmisión), y el cuarto, es que el receptor crea que tal declaración es verdadera (movimiento del engaño).

Si alguna de estas condiciones de mentira falla, no existiría la mentira.

Omitir el primer movimiento declaratorio sería buscar la bendita oportunidad de quedarnos callados. Porque desde el momento en que abrimos la boca, damos el primer paso hacia la mentira.

Y la verdad es que siempre hablamos de más.

Si ya hablamos de más, debemos ahora omitir el movimiento de falsedad. La única manera de hacerlo es que seamos idiotas para no reconocer la verdad de la ciencia y los hechos. Debemos vivir en la oscuridad.

Pero si ya hicimos una declaración y sabemos que lo que estamos declarando es falso, debemos suprimir el movimiento de transmisión. Es decir, destruir todos los medios de transmisión posibles. Esto sería como viajar a una isla deshabitada, meternos en un cuarto sin Internet y no participar en una red social.

Sabemos que todo lo anterior es imposible y que para evitar la mentira a través del último movimiento del engaño debemos destruir a todo receptor. Pero hacerlo sería homicidio o genocidio. Ambos son peores que la mentira.

Hagamos lo que hagamos vamos a mentir. Y después a volver a mentir para sustentar aquella mentira y así una concatenación de engañosas declaraciones.

Nos conocemos desde hace más de treinta años.

Desde el primer día te dije que nunca había sido tan feliz. 

Federico.