De F. para H.

Tecate, Baja California, noviembre, 2020.

Apreciado Maestro H.:

Era de madrugada todavía, desde el patio de mi casa observé la gran luna azul a punto de esconderse en la montaña sagrada que tenemos en Tecate, y que, según la leyenda, es protectora de nuestro pueblo mágico. ¡Qué imagen tan bella! No acostumbro tomar fotos, decidí guardar esta imagen en la galería de mi memoria, fueron segundos en los que pude asombrarme de cómo se ocultaba esa gran masa blanca de círculo perfecto. Recordé el poema de Sabines en el que explica que si comes la luna a cucharadas puedes sanar las enfermedades del alma, o sugiere también que la guardes en tu bolsillo como un amuleto para el amor, funciona.

Leí en la carta que envías a América que tu vecina prefiere comprar pan antes que atender cualquier otra emergencia. Bueno, pues sí, el pan es muy importante, y si de pan se trata, nada como el pan de Tecate; en estos días de frío acompañarlo con una taza de café o chocolate caliente es de lo más reconfortante, remojar una conchita en tu bebida favorita y luego pasarla a tu boca es como si recibieras un beso, porque el sabor del pan que se hace en Tecate es delicioso. Se dice que tenemos la altura precisa para el fuego del horno, de ahí su fama. El que llega a Tecate y come su pan, se enamora. Así de mágico, ¿gustas?

El amor, el odio, el rencor, el poder, la mentira, ¿qué son todos estos sentimientos?, ¿valores y anti-valores? Desde la primera carta de Ilana ya se apreciaba el veneno en cada uno de los personajes, y nada ha cambiado en el transcurso de la novela; son como serpientes preparadas para morder en el primer momento de descuido, la traición es el lazo que une los nudos en la historia. Hace tiempo decidí despojarme de esos sentimientos que se sientan en tus hombros y te generan una carga muy pesada, me gusta transitar libre, sin sombras, sin miedos…

Gracias por el curso. Quiero decirte que lo he disfrutado mucho, mis esquemas mentales se están desempolvando con estos contenidos temáticos. Ha valido la pena un poco de desvelo y me siento agradecida de compartir este mundo de experiencias con el equipo de trabajo; escucharte y escuchar a mis compañeros retroalimenta mis ideas. Siempre me ha gustado el rol de alumna, soy maestra y me gusta serlo, y el intercambio de roles me permite hacer las pausas necesarias para ver más claramente el camino.

Lo de tu vecina y el pan sólo era el pretexto para crearte el antojo. Lo de la podada del árbol es un recurso necesario. Hoy precisamente me entrevisté con un podador, hay un encino que está cuarteando la pared de mi casa; es un encino hermoso, hay historia en su corteza, pero muy probablemente tendré que dejar de disfrutar de su sombra. De niña tuve otro encino con un enorme columpio hasta que una cerca que separa México y Estados Unidos me lo quitó. Se vale vivir con esos fragmentos de encanto en la memoria.

Cuídate mucho, afectuosamente,

F.