Mexicali, B.C. a 19 de octubre, 2020.
Querida M:
Me ha gustado mucho el recuento musical y anecdótico que has hecho de nuestra vida, tan a la par, tan parecida. Yo, quizá por vivir en el sur, coincido contigo en todas las referencias de música en español; en inglés, conozco las bandas que mencionas, pero fue hasta mis 35 (o más) que tuve contacto con esa música, la amé sin duda. Tuve mucho cuidado mientras iba creciendo, de tener una educación integral, leer, estudiar, conocer, saber, pero mi formación musical se quedó rezagada, fue hasta que conocí a mi esposo, metalero de corazón, que comencé a conocer esta música, clásica hoy en día. Sólo una banda me encontró, sin buscarla, los Bee Gees. Ellos no son de nuestra época, pero alguna vez me encontré un casete, de esos que se daban vuelta con la pluma, y quedé enamorada. “How Deep is your love” es mi canción favorita de todos los tiempos, nunca se la dediqué a nadie porque la quise mía para siempre, sin recuerdos ligados a personas. Hoy, se las canto a mis hijos, porque de ellos sí “conozco sus ojos en el sol de la mañana” y “en el momento que se alejan de mí, quiero sentirlos en mis brazos otra vez”.
Nunca había pensado en el tema del sexo ligado a la idea de contraer sida, pensaba (la inocente) que tenía que ver con los valores de antaño, cuando en realidad teníamos miedo de contraer algo tan definitivo y mortal. Hoy día, las nuevas generaciones no tienen miedo de nada, creen que todo se cura con penicilina o abortando.
En cuanto al tema del amor, somos una generación estafada. No tengo fórmulas que puedan funcionar. La hoja de Excel es mi mejor amiga, conocí a su abuelito llamado Qpro, su papá Lotus y finalmente a ella, que la vi nacer y aprendí a conocerla desde siempre. Sin embargo, nunca he podido cuadrar los estados de pérdidas y ganancias del matrimonio: la cotidianidad se va haciendo grande del lado de las deudas, los detalles de cariño disminuyen del lado de los ingresos y, un buen día, te enteras de que tienes pérdida. El primer mes no importa tanto, meses malos los tiene cualquiera, pero te vas dando cuenta de que hay que trabajarle más para aumentar los ingresos y disminuir los gastos, es ahí donde se pone difícil. De a poco van llegando los silencios, la falta de interés, el cansancio del corazón que aguanta y aguanta porque le dijeron que cuando se ama de verdad, eso es lo que procede. Te vas desdibujando en el correr de los días, conviertes tus flujos de efectivo en ser madre, profesionista, emprendedora, todo para no decirle a tu socio que la cosa va tronando. Pero, lo que no sabes, es que tu socio también trae su déficit en la cuenta corriente, no te lo dice, le han enseñado que los hombres resuelven todo y no piden ayuda. Arrastrando esos números, pasan años.
Un buen día, yo descubrí que podía proveer mis ingresos de manera independiente, empecé a hacer cosas que me gustan, como leer; empecé a estudiar de nuevo, a cuidar el jardín que me encanta ver floreado, a dejar que las inversiones que traemos juntos (dos hijos) vayan corriendo ciertos riesgos calculados, considerando claro que habrá meses en que pierdan y otros en que ganen. Pero echando ojo, por si acaso, hay que cambiar el instrumento financiero para invertir en la bolsa de valores de la vida, su vida, la que nos toca acompañar, más no vivir. Mi socio notó los rendimientos de los nuevos ingresos, hizo algunos cambios de estrategia y también decidió salvar la sociedad y aumentar sus ingresos desde su propia visión, dejando de sentir que tenían que ser de la manera que yo quería.
Así descubrimos que cada uno suma desde lo que tiene, no desde lo que el otro quiere. Hemos mantenido a flote esta empresa durante 20 años (en junio pasado los cumplimos), sin grandes celebraciones, con la mirada fija en un proyecto en común y viviendo lo que nos hace feliz en acompañamiento, con amor por cuenta corriente y sin apalancamientos financieros (celos, reproches, recriminaciones) que puedan poner en peligro nuestro flujo de efectivo (respeto, cariño y reconocimiento), y viendo cómo nuestras inversiones van por buen camino, casi siempre al alza.
Sinceramente,
F.