De H. para M.

El universo es una esfera infinita
cuyo centro está en todas partes
y la circunferencia en ninguna.
Blaise Pascal

Michael

I

Después de girar la tercera chapa, mi antiguo universo encapsulado se abrió, el olor a humedad llegó como un indeseable aliento propio, como si la memoria no quisiera recordar la destrucción futura. Todos dicen que el pasado se recuerda mejor, pero no  estoy seguro… cada vez me siento más cercano al borde del futuro, y tengo la impresión de que ya lo conozco.

Las llaves de paso estaban endurecidas por el sarro petrificado y craqueladas por los pequeños temblores, tensas ondulaciones de la tierra rompiendo los metales, las tuberías; o tal vez, eran sólo mis manos ansiosas queriendo abrir o cerrar el flujo del agua, del tiempo.

II

Después de más de un año entré a mi lugar (a eso que otros llaman “el otro hogar”) para descubrir de diferente manera los trazos de un antiguo desorden reordenado por  el abandono. En ese tiempo que no estuve aquí, todos nosotros (que somos de diferentes partes) hicimos un laboratorio donde platicamos, leímos y escribimos sobre imágenes, esferas, cúmulos, acciones, sentimientos y todos nos reflejamos como espejos que se desdoblan en la realidad siempre inalcanzable.

Esta es una carta que se lee desde el borde de la página, como si éste, que también está adentro, viera desde la superficie del afuera el increíble juego de intercambios vivenciales que se dan en la tierra de la distancia, de la soledad obligada. Este lugar de lejanía, al fin de cuentas, se convierte en una voluntad, no de una, sino de muchas otras formas de vida.

Llegué y me descubrí reparando el pasado para que se parezca al presente… hoy, aquí, en esta carta de nuestra pieza-laboratorio (escrita por muchos pasados que ya son presentes) me da la impresión de que toda esta distancialidad textualizada es algo parecido a un “tejer en el aire”, quiero decir, a un flujo que transcurre, que no es idea o cosa, sino más bien, el continuo movimiento de una semiosis imaginaria.

III

Me encontré con V. en Omaha. En el segundo día de viaje, por la noche, cenamos en un mágico restaurante, el Boiler Room… de regreso, subiendo las escaleras del antiguo edificio Bemis, ella me preguntó si me gustaría tomar algo en su departamento.

Estamos en un estudio que en su origen fungió como almacén de mercancía al borde del Missouri. Fue hecho, tal vez, en el inicio del XX.

Al fondo, junto a la gran ventana que da a la 11 Str., en la esquina izquierda, hay un sofá con su respaldo al muro (el lugar del gato), luego una silla de madera donde me siento (no sé si de sentar o de sentir), una mesa baja al frente y justo en la ventana, un antiguo sillón de brazo… ahí está ella (octogenaria, fotógrafa exquisita, famosa, acaudalada, pelo rojizo esponjado, mirada de pájaro fantástico) preguntándose y preguntándome qué queda al frente, ¿qué será del futuro? También quiere saber si (después de que la vida ha sido como ha sido hasta llegar a nuestra plática) de algo me arrepiento.

Sin duda ha tenido y tiene un poder (sobre todo de la creación) y ha experimentado el amor (eso que medio entendemos con la palabra) de una manera hermética pero asombrosamente clara (difícil creer que alguna vez mienta).

Creo que no -respondo-, ¿acaso miento?… explico que un buen día vi la línea (el borde del futuro) como algo concreto (bien concreto) y eso me quitó el sentimiento, el recuerdo negativo de un bien-hacer obligado. Ella sonriendo (toma su copa) comenta que después de la muerte de Mark (su esposo) vio el borde… de nada se arrepiente… luego (con pausas) comienza a narrarme la buena suerte de su suerte. Claro que lo que dijo no lo puedo contar (creo que era una historia hecha para mí) pero algo (o mucho) me hizo regresar a uno de esos recuerdos que están sin haber sido.

IV

Para ir a este último viaje a Nebraska tomé unos pants (sólo unos) que estaban guardados en mi abandonado apartamento; quería viajar más cómodo. Sin duda los había usado antes de partir a mi gran viaje a Mérida y mi sudor había germinado en la tela. Ya en el avión empezó un suave ardor y la irritación en las piernas… se incrementó por los 4 días siguientes. Algo sudado por mí había creado y expandido una nueva memoria que podía ir contra su origen. R. (mi doctor) me recetó la pomada Locoid…    sí, loco iré para encontrarme en otras formas de ser.

V

Mi querido Michael (espartano constructor de la esfera, silencioso, con algunas intervenciones verbales y escritas, gran instrumentador y fino lector de cada uno de  los textos), nadie como tú para dirigir esta carta en el último tramo del proyecto.

H.