De H. para M.E.

No puede acudir al combate con mucho valor el
atleta que no ha recibido jamás ningún daño.
Séneca / Cartas a Lucilio / Siglo I d. c.

María Elena

Cómo me gustó la carta que Eugenia te ha enviado. En principio porque toma el tono de Oz y comienza un tejido de For-da (placer – displacer) para mostrar lo que nos conocemos, lo mucho que nos desconocemos y las sinuosas experiencias que marcan nuestras vidas; digo nuestras pero debería decir nuestra (la de cada uno) que se puede reconocer al mirar, leer o escuchar a los otros. Vaya que tiene razón, ella pasa por la librería pero no ha entrado y para colmo, no me doy cuenta de cuando pasa. 

La idea de la realidad alterna (la que tú imaginas que está conectada), esa que Eugenia llama idealización, me interesa porque en el fondo creo que las fantasmales conexiones existen y están listas a extender los voraces juegos de la apropiación. Yo nunca he platicado con ella (no digo virtual sino matéricamente hablando), pero me atrae cómo escribe, cómo enuncia los efectos y las derivaciones de la pareja, del divorcio, de la falta rota, del desgarrado lienzo de la mentira y la traición. 

Sin duda hay caminos que algunos de nosotros hemos vivido juntos pero la novedad del evento está en encontrarnos aquí, donde intercambiamos intimidades. Los que nos hemos cruzado antes tenemos que hacer un gran esfuerzo para desnaturalizar la vida cotidiana y entregar algo nuevo de lo propio sin perdernos en los recursos de la obviedad. Visto así, las mejores intimidades son las desconocidas, las que sin dificultad muestran los límites. 

Regreso al gusto por esa carta… es un texto que teje destejiendo, que une desuniendo, que rompe la distancia con la (a veces insoportable) cercanía de lo íntimo.

Pero bueno, María Elena, con menos elocuencia yo también te diría que tu idea de la distancia que nos separa de las prácticas de un grupo, es una experiencia que casi siempre aparece en el encuentro con una comunidad diversa en la que empezamos a leer el conjunto por las pequeñas uniones o parecidos que podemos percibir. Se ven más grandes de lo que son porque son los únicos datos que parecen identificables dentro del continuo flujo de puntos de vista. 

Hablar del amor es una cosa vitalmente posible al igual que chocante. Se le puede idealizar en fastuosas empresas divinas, humanitarias, políticas, románticas, pero en la práctica, en la historia privada… normalmente se pierde o se desvanece en cualquier sutil o precipitado desvío. Como si hubiera estado y luego… un largo reproche recorriera el universo de lo vivido. En fin, eso ya queda como un background discursivo. Entrando en el tema del poder, aquí es menor el distanciamiento y mayor la experiencia intercambiable. Todos estamos constituidos desde esa práctica: recibida como dispositivo que obliga e igualmente utilizada como forma de apropiación del mundo que nos rodea.

La cualidad (qualis) podría ser el mar de sensaciones que rebasa la propia palabra; la norma (lex) podría ser la estructura organizativa que protege y obliga una conducta social; la relación (necessitudo) es el lugar intermedio donde se ejercita el poder a partir de las necesidades humanas interactuando. ¿Qué si el león lo ejercita sobre la gacela? Eso es un problema de ellos, nosotros sólo podemos imaginarlo desde las relaciones que nacen de las leyes que obligan, organizan y justifican nuestra humana percepción. Ilana, Alex, Michel, Boaz, Rahel, Yifat y Manfred, se desplazan en un mundo relacional (de poder) con diferentes leyes y sensaciones. 

S. y Gibrán trabajan el tema de “¿Cómo mantener relaciones sanas?”. Y me pregunto: ¿cuál es el atractor al que debe tender la sanidad?, ¿la sensación o la norma? Esos son los límites, al centro está el poder.

H.