De H. para R.

(Broken night)

Mi querida R.:

(a propósito de los perros)
¿Cómo hablar de algo que destruye la palabra?

Eso de amar es un claro ejemplo, las palabras llenas (vacías) muestran lo que falta, pero… ¿cómo hablar de ese remanente que al nombrarlo se aparta? Mi carta habla de tu carta, también dando vueltas y girando… si me detengo, al nombrarlo, escapa.

I
Lo opuesto de lo eterno es el olvido y la antesala del olvido es lo efímero. Lo efímero es múltiple (anda por doquier), lo eterno no se repite porque no se divide y tampoco se termina; formalmente hablando es impensable… podría tomar mucho espacio en un algo que en realidad no tiene límites y mucho tiempo entre sucesos perdidos en la noche.

II
Respira sobre el lóbulo del oído (como sembrando un delgado vapor), jadea sintiendo que te piensas en ella y todo esto sin saberlo, sin saber que Dios ha bajado para acariciar el lomo de todos los cuadrúpedos resignados (o no) a sentir que nos pensamos en ellos. Los tenues roces son sin duda las notas de un sonar silente, sombra encerrada en el pulso de increíbles bestias… saltan al paso con sus delgadas patas rasgando la noche.

III
Escucha, se aproxima casi trotando, salta sobre la colcha e inicia el giro concéntrico; en la última vuelta, con un gesto conocido, aterriza el pecho. Recarga el hocico en tu hombro (casi junto a tu cuello) para que todas las algas del fondo del mar dejen pasar el flujo que penetra la sombra: recorre el cuarto por sus planos y cruces más hondos… más penumbra que sombra… cuando el cuerpo respira, aspira y expira en los pequeños fantasmas, los negruzcos peces que llenan la noche.

 IV
Tiempo efímero y múltiple: cada forma de estar es otro ser (y siempre el mismo) que atraviesa aún tu día desde su casi muerte. Vuelve y se repite en sus mil formas pero no se divide; es siempre la misma, aun la misma a la mitad del mar, para que todas las algas del fondo escuchen el silencio que espera entre su vida y tu noche

V
¿Quién duerme? ¿De quién es la mirada-tacto? Dos cuerpos respirando esperan. Ese tu cuerpo humano definiendo la otredad con la palabra, con el nombre, y ese cuerpo otro aceptando tu presencia sin siquiera nombrarla. Cómo hará para soportar esta palabrería que define esos juegos efímeros, sin partir, sin olvidar los pequeños y negruzcos peces que (como chispas grises sobre su cuerpo blanco) llenan la noche.

VI
Soy yo el que dejó de decir y ella la que en ágil vuelco respetó el lenguaje -de todo eso que no se entiende decidimos mejor no hablar. Sí, en silencio voltear las palabras como calcetín usado para que el polvo que generan los cuerpos (entre ruidos y formas) entreteja las negras moradas. Que se tallen los bordes, las pieles, los deseos y los miedos con sudores y rastros animales que habitan el espeso humor (amor). Aurora tras aurora recolectando escombros que respiran y vuelven a desear en la memoria de siguiente noche.<x/p>

VII
Entre solo humanos ya no existe el antiguo ritual (ese estado anterior), el poder de la palabra destruyó con su fuerza clasificante toda el barullo de la dulce bestialidad pero, entre animales, aún podemos reconocer el tembloroso acto que insinúa la potencia.

H.

2 de octubre, 2020