De H. para R.

23 de junio 2021

Hoy he visto a un niño en el parque corriendo 

completamente aterrorizado por una pequeña mariposa amarilla.

Wakoski / carta a Susan / 1960

Estimado Rafael María,

No quiero que se me acabe el laboratorio sin mandarte una carta que nos obligue a ser cómplices en alguna otra parte del pensamiento. ¡Vaya dicho! -del pensamiento-, como si existiera un Topus Uranus, un más allá de los cielos forrado de peluche donde se guardara todo lo que pensamos. Pero en fin, esto te lo cuento a ti porque tú también tiendes a poner en una balanza temblorosa lo que normalmente creemos que es claro.

Lo que conocemos como caja negra, Black Box en inglés y cuyo nombre oficial es fligth recorder, no es más que un dispositivo de color naranja, a prueba de golpes y altas temperaturas que fue pensado para ofrecer un testimonio de lo que ocurre segundos antes de un desastre aéreo.

Me he quedado asombrado de la obviedad de una catástrofe que todo mundo puede identificar en su conjunto pero que, cada uno (en nuestra particular forma de entender) podemos desplazar en función de la realidad que hemos naturalizado como obvia.

En la última cesión poco a poco nos fuimos dando cuenta de que no estábamos seguros de cuál era el lugar o suceso desastroso de la historia… algunos pensaban que era la familia; la novela mostraba el conjunto de perversiones que llevan a un momento crítico; otros pensábamos que no era tanto la family sino el conflicto estatal atravesado por problemas político religiosos. Era una posibilidad también pensar en la crisis del afecto en el encuentro de los flujos del poder o un juego de prácticas retroactivas en la construcción y justificación de religiones pseudo/mancomunadas… Y bueno, creo que todos tienen razón puesto que cada quien (con todo derecho) se la juega con su propio o sus propios interpretantes.

Quiero decir que ahora me aparece un nuevo momento en la lectura en que ya no distingo la catástrofe y el nombre de la novela. La caja negra me parece un simple celofán que cubre un suculento platillo.

Luego regreso a la novela y me encuentro con el juego “Oso Negro” de naipes con el que se entretenían Manfred y Alfred cuando éste era niño. Consistía en ordenarlo todo por parejas: el bailarín con la bailarina, el sastre con la modista, el granjero con su mujer, etc. El único que no tenía pareja era el famoso oso negro y el jugador que se lo quedaba, perdía.

Trato de explicar: hablando de poder todos pueden ejercerlo y manejarlo mientras tengan el segmento contrario que compensa su acción. Y hay una lógica binaria que nos ofrece el límite de la respuesta: de Dios a humano, del amor al odio de la generosidad a la avaricia, de la promiscuidad a la pureza, del egoísmo a la humildad, del pasado al presente. ¡todos saben jugar muy bien!

Pero entonces, ¿cuál es el avión chocado? ¿Qué es eso que hace aparecer el poder como agua de alcantarilla en épocas de lluvias? A mi parecer es la fuerza del contrasentido como un ente autónomo. Ser y no parecer sería el secreto, parecer y ser sería la verdad, no ser y no parecer sería lo intrascendente, pero ser al tiempo de no ser sería un dulce trazo esquizofrénico: perder y tener al mismo tiempo . El oso, el rugido del oso… ¡ese yo lo quiero! Esa carta indestructible, la de la pérdida, es la que me interesa. 

He vivido como oso de circo (o de anís) la profunda y placentera incompatibilidad que me atraviesa. A veces pienso que para ejercitar, manejar y soportar los efectos del poder necesitamos antes que todo perder el juego. Gruñir y entender que no está la otra carta que cierra el noble destino.

¿Qué si caja metálica naranja (negra por dentro) o envoltura de celofán?

La Monte Young comenta el interés y las dificultades que aparecieron (en aquellos inicios de Fluxus) en las Composiciones de Diane Warkosky 1960 #2 (encender un fuego enfrente del público) y la 1960 #5 (vueltas de una mariposa o un número cualquiera de mariposas en el auditorio).

Creo que las dos propuestas eran conflictivas en su ejecución y comprensión. Sin duda no tenían contra-forma compensatoria en la sala de conciertos, pero esto podría pasar en cualquier parte.

Así son los osos…

H.