De J.J. para F.

Monterrey, abril 2021

Estimado Federico: 

Siempre me he preguntado qué pasa con los personajes en el desierto. Sus caras alegres pintadas escuchan el crujir de los vientos entre matorrales secos. Si llega a llover, lágrimas desteñirán sus facciones felices. Rostros misteriosos de una cultura alienígena. Barro oxidado desvanecido en un charco. Lava seca, árbol jurásico, hueso de dinosaurio. 

Pilar me contó que dibujaba arañas en cuadernos del colegio para no aburrirse. Una suerte de garabatos con tinta de pluma Bic negra que cobraban vida como un Golem. Sus aventuras iban más allá de tejer con hilos de saliva, angustias y relaciones abrumadoras. Del papel al lienzo, crear es vomitar. 

El dibujo siempre es abstracción. Muchos detalles quedan fuera, sin embargo, la esencia permanece. Tus formas geométricas me transportan a un universo de matemáticas. Un círculo, un cuadrado, un triángulo. Líneas rectas que evocan constelaciones. Los horóscopos, el tarot, los petroglifos australianos. La ballena inuit. La máscara africana de Picasso. 

Hace tiempo soñé que me adentraba en el bosque. Mi única arma, una piedra. Sentía un miedo visceral de encontrarme vulnerable y ser atacado por insectos feroces. El sol marcaba la sombra de mi mano con la roca. La forma era una tortuga de cuello largo. Yo era el caparazón. Nadaba sobre la arena blanca de playas caribeñas. Ojos abiertos inmunes a la sal del mar. Quizá buscaba una medusa, algo que me petrificase de inmediato. Desperté con la noción de ser un parásito o una máquina. Probablemente fallaré la prueba Voight-Kampff.

Los virus pertenecen al umbral entre lo vivo y lo no vivo. Su funcionamiento mecánico carece de intenciones. Como las garrapatas se aferran a la membrana de la célula e inyectan material genético. Este se mimetiza con el original y crea nuevas copias. Las mutaciones pueden amplificar el rango de candidatos e incrementar el número de víctimas de infección. Viajan en avión, en submarinos, en barcos, en coche. Pero ellos no lo saben, ellos son sólo código. C++ 

En la versión del coyote y el tlacuache que me contaba mi abuelo, una señora nota que faltan gallinas. Elaboraba una trampa: un monigote de resina de mezquite que coloca a la entrada del corral. A diferencia de un espantapájaros, el personaje no asusta, sino irrita al marsupial que intenta en vano apartarlo: grave error. Sus garras quedan suspendidas en la melcocha pegajosa. La propietaria vengativa ata al animal a un tronco y se dispone a calentar agua en su cocina de leña. “Ahora verás, maldito, te daré un baño de agua hirviendo”. 

El inocente coyote pasa cerca y escucha al tlacuache silbar. “Amigo, ven, ayúdame”. El coyote se acerca cauteloso. “Una novia me está preparando un caldo de pollo, pero yo ya estoy muy lleno. Mira esa chimenea humeante. Quédate en mi lugar y tendrás una rica comida gratis”. Ingenuo, el coyote desamarra al animalito y se sienta a esperar ansioso su plato. “Pensé que había atrapado un tlacuache, pero ya veo que es un mugroso coyote”. Y la señora le vacía el balde de aguas infernales.

El coyote huye aullando y se pierde en el desierto. Cuando cruce las vías del tren, hallará tu personaje de brea en un tanque y pensará dos veces antes de obedecerlo. El mañoso tlacuache se esconderá invicto en el ombligo de la luna. Un queso nos espera. 

Saludos, 

Juanjo