De J.J. para J.M.

Junio 22, Monterrey, NL. Bajo la lluvia.

Estimado Juan Martín,

Muchas gracias por tus palabras. Disculpa la demora en contestar, tuvimos finales en la escuela. El cierre del ciclo escolar siempre me produce cierto desbalance, aunque suene a pretexto académico, como los inventarios de fin de mes y las auditorías. Tu carta me hizo pensar, no solamente en la educación artística sino en el modo en que enfrentamos el mundo desde cualquier disciplina, y me hizo reflexionar sobre el rol de las instituciones públicas para la transformación de la realidad

En el caso particular de la EAP actual, la intención de fomentar la profesionalización de las prácticas artísticas me parece buena. Sin embargo, en mi opinión, no celebro el hecho de desvincularse de la base, de abandonar la formación de públicos y dejar de apoyar la germinación de proyectos con iniciativa ciudadana. Ofrecer un taller para personas físicas con una empresa fundada hace dos años y registrada oficialmente en el SAT, me parece apostar por un garbanzo de a libra. Ojalá prospere. 

Por otro lado, la institución ha inaugurado recientemente LABNL, un proyecto orientado al desarrollo de iniciativas ciudadanas, similar al MediaLAB del Prado. En el caso de la novela, la reconstrucción de la ruina a través de la comuna, me parece un regreso a modos de vida que buscan armonizar con la naturaleza. A través del bricolaje, como diría Lévi-Strauss, Boaz genera herramientas a partir de los desechos del capitalismo y la guerra. Quizá este laboratorio busca que los ciudadanos en colectivo hagan cosas, como filtros de aire para matar al COVID en el transporte público, islas de lectura para lotes baldíos: oasis literarios en una ciudad que vive con demasiado calor y prisa; instrumentos musicales o lámparas solares robóticas. 

Con frecuencia es posible encontrar decisiones que nos llevan a empezar de cero cada cambio de administración, destruir las iniciativas del pasado y  empezar una página nueva en blanco reluciente; una práctica común entre autoridades es quemar la herencia. Esto provoca falta de continuidad en muchos proyectos. 

Por ejemplo, cuando estudié la secundaria en los años ochenta, los cambios de la SEP de Nuevo León hicieron que en un inicio llevásemos materias como Geografía, Matemáticas, Español, Historia, Química, Física… Después cambiaron a áreas: Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Ciencias Exactas… Educación física. Al final, nuevamente a materias, distintas de las primeras, en otro orden: Laboratorios, Civismo, Inglés, etc. Eso mismo lo vemos cuando llega una nueva administración y desmantela lo que se había hecho. Tomar la ruina y armar algo que parezca nuevo.

Para evitar eso, algunos organismos se auxilian en la figura del consejo. Gente poderosa e influyente cuyo peso social evita el desmembramiento de la institución, matizando los cambios. En la novela vemos cómo la autoridad moral de la comuna al final recae en Alec y en su decisión de patrocinar financieramente el proyecto de Boaz, cuyo liderazgo transforma la ruina de la casa del abuelo en un experimento social. Algo efímero, quizá, si sus intereses cambian. Como en la pieza de Bas Jan Ader, en un posible futuro cercano, Boaz tomará su barco sin clavos y zarpará hacia lo desconocido.

Esperemos que las cosas mejoren y la experiencia del encierro nos fortalezca.

Saludos,

Juan José