De J.M. para L.

Hola, L.

Esta noche me está costando escribir la carta que te escribo, y no se diga concluir La caja negra. En otras ocasiones me engancho y sin darme cuenta termino de leer, pero en esta ocasión la realidad que vivo me mantiene distraído.

Un amigo me recordó la entrega de la carta. La había iniciado días atrás, pero en el transcurso de la semana han acontecido incidentes que llevarán a algo que parece ficción. Te comparto mi vivencia en medio de la pandemia que padecemos todos… Inició de manera extraña, nadie sabía cuándo terminaría, nos despedimos diciendo: “nos vemos la próxima semana para recuperar las clases”.

Tratando de abreviar, las semanas se volvieron meses y ahora ya ha pasado más de un año, tiempo en que se configuraron en mi cabeza otras formas que enriquecerían los procesos creativos en la producción y la enseñanza frente la necesidad de resolver problemas para continuar enseñando escultura a distancia. Como muchos, me inventé maneras que poco a poco cobraban sentido.

Ahora que estoy por concluir el curso, puedo distinguir los aspectos que podrían fortalecer la enseñanza de la práctica artística. La reflexión y la teorización se orientaron en otra dirección, y el esfuerzo se enfocó en generar un “qué hacer”, es decir, en la acción, y un “lugar” donde el mismo estudiante pudiera reconocer su propia aproximación conceptual, sin perder su individualidad, y continuar con la construcción de una expresión artística.

En esta pandemia perdí (perdimos) la presencialidad, un recurso que nunca imaginé perder; sin embargo, sucedió. Cuando citas a Deleuze preguntaría, ¿cómo pensar en lo que no sabemos?

Ahora que lo cuestionas me doy cuenta de que nadie me preguntó nada y me tuve que plantear las interrogantes ante lo desconocido: ¿qué he perdido?, ¿qué es lo básico?, ¿qué es lo esencial?

Como verás, en mi imaginario construía una nueva realidad en un espacio incierto donde el dilema residía en cómo mantener la esencia de la expresión plástica en esa realidad que es el material como objeto de estudio.

Sólo trato de describir cómo se transformó lo que para mí significan la práctica y la presencialidad en un aspecto referencial cuando la experiencia se vivenció y desarrolló, durante el confinamiento, frente a un monitor. Como te platico, me encuentro a punto de culminar mi curso. Me esperaba un receso de trabajo ante el aviso de que la ciudad de México se encontraba en semáforo verde. Comenzaba a preguntarme cómo vincular la experiencia adquirida y a imaginar cómo ganar contundencia al plantear el problema de aprendizaje y la vía para el fortalecimiento de una idea plástica o una propuesta inmersa en una práctica real.

La apuesta estaba hecha. Hay que generar una nueva realidad donde las TICs adquieran mayor relevancia y se conjuguen con otras dinámicas, con otros recursos que no había considerado antes porque no había necesidad. Esto implica, como le platiqué a Federico, que no se entienda como un “área de oportunidad”, sino como el resultado de cubrir una necesidad para resolver los problemas derivados del confinamiento. Es algo emergente.

A dónde me dirijo con esto, L.… a decirte que esa nueva presencialidad no existe,  ni tampoco existe la que me significaba, es decir, la tradición de las artes plásticas con un conjunto de cualidades que construyen una praxis sensible y subjetiva del hacer en el taller, como espacio vital de producción. Ahora tengo que verlo, por una cuestión institucional, como si todo ello fuese ajeno a mi ejercicio profesional; como un traductor de idiomas interpretando lo que quiere decir el concepto, o mejor dicho, el esquema prototipo de verdad.

Me robo tu cita, “todo lo que puedes pensar es verdad” (Waits), sin embargo, en este momento, no todo lo que imaginé es parte de la realidad vivida puesto que se ha generado una verdad alterna y ajena a mí, en la que lo importante es el impacto y no el proceso creativo. Es como un inversionista que optimiza recursos para obtener ganancias, como una industria en la que la tecnología procesa y opera sin importar quién lleva a cabo la mano de obra.

A partir de un problema de salud que nos llevó a reinventarnos y generar nuevos signos en la educación, se apunta ahora a modelos de aprendizaje derivados del campo empresarial, como si la historia de las artes plásticas y su desarrollo no existieran. Ahora explicaré como espectador, desde una mirada a “distancia” platicaré sobre arte, y con una vivencialidad acotada o sustituida por la virtualidad.

No me gustaría que te quedaras con una idea errónea de mí. El arte se produce con lo que imaginemos, hasta con “la nada” (lo inmaterial), con el cuerpo y desde cualquier campo de conocimiento o hacer humanos. El problema no es lo que se nos quiere hacer creer, que el problema real es el manejo de la tecnología, sino que para enseñar arte (cualquiera que sea el recurso técnico o tecnológico) se requiere sensibilidad, sin ella no se puede.

Me despido. El tiempo dirá qué va a suceder. Como sea, el arte nunca desaparecerá.