De L. para E.

Desde Tulpa, CDMX, a 5 de julio, 2021

Estimado Eduardo,
El jueves pasado Joseph Beuys y yo escuchamos el disco Artaud de Pescado Rabioso en el Museo de Arte Contemporáneo Carrillo Gil, y cuando pensé que las cosas no podían estar más conectadas, el domingo, mi tío Perec me regaló Una forma de vida de Amélie (prefiero leer en físico para hacer apuntes, clasificaciones y conversaciones). Hoy por la mañana me topé a David Hockney almorzando en Pablini´s Chef en la colonia Álamos, pidió chilaquiles con cecina. Hacía fresco porque ha estado nublado y lloviendo, en esta ciudad si no entra el sol hace frío.

Supongo que lo que te cuento no me lo vas a creer, o quizás peor aún no importe ni cause ninguna especulación en ti si no compartimos alguno de los referentes. Pero todo es verdad

Entiendo muy bien lo que dices de la mentira, en nuestra vida cotidiana la mentira significa muchos valores negativos, como el engaño, el truco, la malicia, la chapuza, la trampa, la patraña, el fraude, el bulo, la falacia, la paparrucha, la superchería, la falacia, qué sé yo. En sí, creo que implica una sensación de traición, de no conocer, de no participar en el mismo juego o código. Yo de alguna forma soy más como Amélie cuando dice: “la mentira sólo me ofusca si perjudica a alguien”. En mi experiencia, todos somos bastante ligeros y mentirosos por el simple hecho de que rara vez sabemos exactamente lo que está pasando, ni siquiera sabemos lo que sentimos y queremos. “Vamos por un mole de res, Eduardo”, tú me dices “vamos, me encanta” y te imaginas un exuberante platillo de carnita en mole poblano sin saber que en CDMX es un puchero de res, (me pasó recientemente); hay decepción, pero también un rico caldo. “¿Por qué no me llamaste?”, “Estaba ocupado”, dices, cuando realmente no quieres revelar que te molestaste porque no te llamé anoche. Suena el Ojo de venado de los Caifanes y en la emoción exclamas que es tu favorita, cuando en realidad la que escuchas y te hace llorar es Mátenme porque me muero. ¿Cómo saber si estamos haciendo daño a alguien?  

Yo no sé qué es la verdad, quizás ya no me interesa tanto, como lo intenté compartir en otra carta; me interesa más cómo formamos nuestra sensación de realidad. La realidad es un fragmento de vida regido por muchas reglas, pero también se formula el encuentro perfecto con la emoción y la posibilidad de construir, como una habilidad o metodología. Hay muchas realidades. Mi forma de relacionarme con esto es la sinceridad, pues, aunque puede ser muy abstracta, la veo como el encuentro y la tensión momentánea de los códigos, sensaciones y capacidades que tengo en el preciso momento, y esto es verdad para mí (me acordé de Siguiendo la luna de los Fabulosos Cadillacs). Intento decir que la mentira parece romper ese trato en que estamos hablando de lo mismo, pero ¿cuándo estamos hablando de lo mismo? Me gustan los procesos afectivos, pues son ese intento de construcción de un reconocimiento común. Por lo demás, la verdad, la memoria, la historia, me parecen más constructos de imaginación que archivos reales y fijos. 

Otro sinónimo de mentira también es cuento, si es un cuento, ¿por qué no ficción, si es ficción, por qué no una posibilidad que se comienza a encarnar? La realidad necesita la ficción, es su forma de ampliarse, de moverse, quizá hasta de hacerse soportable. La verdad necesita de la realidad. Todas necesitan afecto. Siempre repetiré que para ser éticos necesitamos ser amigos. 

¿Cómo te bañas? Lo digo en serio, hasta en eso tenemos motivos, ideas, sensaciones, para decidir el orden de las acciones. Alan y yo, uno de mis mejores amigos y colaboradores, nos preguntábamos cosas así a diario. La idea siempre era argumentar por qué y cómo hacíamos las cosas para ver si podíamos ver otras posibilidades y transformarnos desde lo más cotidiano. Suelo ser una persona entusiasta y optimista, quizás como respuesta a una melancolía que me ronda al saber lo poco que podemos controlar de nuestras cosas. 

Suelo también decir con frecuencia “me gusta” o “me encanta” (antes de Facebook). Un día, Alan me dijo que no creía que realmente todo me entusiasmara, su hipótesis era que más bien decía esas cosas como una muletilla en respuesta a no saber realmente qué decir en ciertas situaciones. Yo quise argumentar que era un tanto estoico y relativista, que sí estaba seguro de que no siempre lo peor que nos puede pasar es que no suceda lo que no queremos y viceversa. No lo convencí y acordé entrar a un ejercicio/experimento creativo: dejaría de utilizar esas frases. Al principio fue raro, porque sí necesité buscar una respuesta más adecuada, un sustituto. No se valía decir “me agrada” o “claro que sí”, era más una labor de decir el porqué de la emoción. Al mismo tiempo, muchas veces tuve que quedarme callado.

La vida es dura y suceden muchas cosas, algo más habrá sucedido porque después de un tiempo olvidé que estaba en el ejercicio, ya no decía esas frases y me di cuenta de que comencé a deprimirme. Tuve una exposición en San Luis Potosí que se basaba en aplicar el concepto psicológico de las narrativas (nombrar) para construir mis mundos visuales, deseando usar ficciones, historias, realidades, travesuras, pivotes que me pudieran salvar de mi tristeza. El día de la inauguración comencé a contar mucho acerca de cómo se fue construyendo la exposición. Finalmente recordé que estaba bajo un influjo autoinducido de aquel ejercicio creativo de autoconocimiento. Esa noche gocé mucho volviendo a decir “¡me encanta!”. Todo se conectó, recuperé algo de mi realidad, quizás en realidad.

Una vez acompañé a Roberto Bolaño a robarnos libros de la librería Cristal y el FCE Juan José Arreola. No sentí que mentimos ese día, simplemente teníamos mucha hambre de saber.

Sinceramente,

Luis 

P.d. Me siento apenado, Amélie dice que una carta no debe ser tan larga, pero al parecer, mi sinceridad se mueve como una res en mole poblano. Abrazos.