De L. para H.
25 de abril 1951, Guadastambul
No busques en el espacio lo que se perdió en el tiempo.
Amos Oz
Querido H.,
Hoy me llamaron del Museo de la Inocencia, la voz era de una mujer que me recordó a Luisa Fernanda (a quien no conoces, pero de la que te he platicado), y deseé que fuera Füsun, quise pensar que me hablaba el mismo Pamuk, pero en el fondo prefería a Füsun para que me contara esto. No soy Kemel Bay, ni lo quiero ser, pero entiendo ese deseo irresuelto de esperar. ¿Y ves? Llegó la llamada, aunque aclare o confunda lo que queremos hacer. Querían conversar acerca de cómo montar mi pieza en el museo para nuestra próxima exposición (gracias). A lo cual correspondí rotundamente, pues sabes bien que participo con un libro de experiencias y traducciones, no con una imagen que habría que mostrarlo todo o nada. ¿Qué esperan de mí? ¿Qué quieren que haga? ¿Qué me dejan ser? ¿Tú o ellos? ¿Contesté otra pregunta para ver qué querían hacer y cómo eran? ¿Van a mostrar mi historia? A modo de broma dijeron que llenarían el museo con mi libro, te dejarían mucho afuera. En ese momento firmé con una X que significaba molotov. Pero a la vez, entre más lo decían, más parecía que me querían “tener” de una forma más cariñosa, sin desnudes. Pensamos en un libro traducido que en este caso estoy lejos de poder hacer… a la Gombrowicz, mas con todo el cariño que nos podíamos manifestar. Es bonito hablar en confianza, la posibilidad. Volvimos a la realidad.
Sabes, sí sería feliz de llenar ese museo, no con las imágenes que componen el libro, sino con el contacto que nos rodea, con mi cuerpo que las procesa. Te agradezco mucho por compartir, aprendo y eres de las pocas personas con quienes me rebelo al mismo tiempo que me las quedo viendo a veces como un tonto. Gracias por la invitación, disculpa los duraznos, los cocodrilos o las cervezas que traiga a la fiesta. Sabes bien que eso no me escusa de ser tonto, pero quizás ahora quisieras ver la confianza que me tienes de otro modo. Como todas las veces que te he llevado al concierto.
Haré lo que pueda por cuidar a los que te cuidan y por cuidarte a ti. La vida es amor que se amplía, aunque a veces se descosa el sweater. Aliteración molestó a C., que santa N. fue mi Fátima y cuidó constantemente mi llamado. Aunque fuera para presumir un abrazo de despedida. Nos teníamos que reunir alrededor del “no soltar” para entender que todo se transforma. Belleza quiero abrazar. ¿En qué nos transformamos? N. va en su mejor amor y deseando que me abran la puerta. N. y yo somos anclas para muchas cosas de lo que no queremos ser. Lo bonito es que también lo somos para lo que puede ser sin nosotros ser. C. también quiere esto. Estoy en el Museo de la Inocencia, en las evidencias. Esperando. C. no conoce mi formalidad rebelde por más magia que manifieste. ¡Y quiero abrazarla! Y que me vuelva a invitar a la Antártida a pensar.
A ti también.
Aún te quiero, maestro.
Me caes gordo cuando sólo vez lo que te corresponde,
Tu Yo,
Luis.