De M. para H.

Hola, H.

Creo que al fin trataré de responder tus cartas. Siendo honesta, de todo lo que he escrito sólo recuerdo la primera y la última carta (por una cuestión de nubosidad mental que me ha atacado estos últimos meses o casi el todo el año), así que está bien que me respondas ésas. Además, un poco de lo que me contestas en ambas te lo comenta Michael en la suya, entonces parece claro dónde estás parado, aunque tu personalidad me indica que eres más bien de los que levita.

Voy a retomar la última carta para ver si eso me lleva a la primera. No escribí de perros y no voy a negar que hubo dos obras en mi mente mientras escribía, en ambas son lobos, cánidos si quieres, pero distintos, un etólogo lo explicará mejor que yo (que iba a escribir “de personalidad distinta” cayendo en el error que mencionas). Justamente buscando la palabra correcta de la profesión, encontré un dato refiriéndose a un experimento con zorros destinados a la explotación peletera:

“la domesticación les cambiaba el color del pelaje y perdían el valor para la industria”

Hay algo entre mi carta y esa cita que me hace pensar en el amor, en el poder y en tu respuesta; su domesticación es la misma que luego los libera. Me suena a esas afirmaciones místicas que comprendes pero experimentas en momentos muy puntuales: exponernos a algo nos cambia y con ello nuestro valor/interés por algo, así es como la vida debe ser.

El otro día, en mi búsqueda de protagonismo desencadenada por unos tequilas, traté de exponer cómo en la cultura china se planificaba la familia para que todos fueran animales compatibles y útiles en el hogar-granja y no terminara todo como en la historia de Orwell.

Al igual que Karla, por mucho tiempo mi fecha de nacimiento me hizo pensar que yo era perro y hace poco descubrí que soy gallo. Cuando creí haber asimilado mi reasignación cósmica, me encontré estas fotos:

Es Maude Adams como Chantecler, de Edmond Rostand. La historia de un gallo que atribuye el sentido de su existencia a una mentira.

Yo recordaba vagamente esta historia de mi infancia, las nubes de los últimos meses la trajeron un poco de vuelta y recordé las instrucciones de Michael, la segunda sobre todo, y antes hubiera estado de acuerdo. Ahora me doy cuenta de que no tiene sentido, sobre todo cuando el presente que se asemeja cada vez más a las escenas apocalípticas que narra Pedro, las cuales yo no elegí pero sí todos la creen, es un absurdo que me estarán obligando a (re)vivir para tener algo que compartir.

En este punto vence el imperio de lo efímero y decido que el pasado sigue siendo pasado, ir hacia él es construir un puente que lleva ninguna parte; que el presente sólo dura tres segundos y en dos minutos dejará de ser “hoy”.

|| M A L ||