De. M. para H.

Querido H.

Es media tarde o mediodía, no lo sé bien, el blanco en general me ayuda a confundir el tiempo. No estoy entre muros blancos, quizás todo lo contrario: bruma, neblina, espesor. Aquí huele a humedad y eso me recuerda la primera vez que visité Jocotitlán. Llegué a las 7:00 a.m., iniciaban las heladas, la neblina era tan espesa que apenas se distinguía lo que había a un metro de distancia. Estuve un par de horas en las oficinas de la dirección de la escuela de bellas artes, y al salir, una pared con un reloj marcaba las 9:10 debajo una ventana… Una aparición: había una enorme montaña, una enorme montaña. Pregunté ¿cómo llego ahí?

-¿el asombro o la montaña?-

Vuelvo a la atmósfera inicial: la neblina, el blanco, el aroma a sal y a vapor. Llevo un par de horas sentada aquí, escuchando agua, en este intento de decir y no, como un juego de silencio en el que se arriesga poco y todo. Un movimiento, el viento se cuela por las ventanas (no sabía que estaban abiertas), todo se alborota, el blanco, a cada mirada, se entona más de gris; en un intento de que no llegue un negro he dejado de parpadear. Hay un león en esta habitación, y cada vez es más pequeña, ya he cerrado las ventanas, aquí la noche está anunciada

-desperté-

Afuera -Llueve—————————————————————Adentro-Llo-viendo

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Por qué mano, ojo, pierna -¿- / tenemos dos-nos extienden- nos conectan- por qué juegan/ escribo con la mano derecha-pero estoy tecleando con ambas, eso lo cambia todo-?-; hace algún tiempo alguien dijo que si lograba ver mis manos en el sueño estaba tomando control del mismo. Nunca lo intenté, ¿para qué? He pensado que me seduce con mayor intensidad aquello que me invita a perder, a soltar, quizá sea una estrategia tomar conciencia de que hay algo que nos rebasa, fenómenos que por suerte/naturaleza no se pueden poseer, controlar, manipular, como los huracanes, que traen consigo un desastre; si se tiene la posibilidad, uno se queda quieto dentro de una casa segura, con agua en un vaso y sin sed, mientas se espera que el agua de afuera no entre y destruya. Pávic, en la novela Pieza única, plantea que el ser humano no está compuesto de agua, sino de sed, y que son los vacíos de la memoria lo que nos orilla a crear lenguajes………….

Hace días leí tu carta. Yo también ceo que a veces andamos buscando a quien se deje para descargar ahí un imposible, y cuando lo encontramos nos arrojamos dulcemente, apretando el miedo ente los dientes; sabemos, sabemos-sabemos que es imposible /luego en un momento despertamos y sabemos, que no hay león, ni viento, ni blancos agrisados, ni el mar/ al despertar -una carta que contestar…

Leí tu carta en voz alta y en silencio, la tomé como mapa, y las manchas de humedad que hay en la pared que tengo frente a mí las tomé como el mar, qué boba… me detuve unos minutos a pensar en eso, huele a sal estancada y seca, el salitre está botando la capa de pintura blanca. Un par de perros está peleando afuera en la calle y yo quería, desde un inicio, decir que no entiendo muchas dinámicas del poder, quizá sea porque he estado jugando mucho tiempo a que sé jugarlo. La relación amor y poder me enternece, he tenido un par de amantes en ese papel de hombres poderosos, y es tan dulce su desnudez, esa sonrisa desenfadada que descargan sin armadura; la mirada y la voz les cambia, luego, con total seriedad, vuelven a su papel. Qué cobarde, pienso, mientras observaba cómo los perros mostraban los dientes.

Tu carta contiene agua, mar, agua, sal, al leerla pensaba en esa acción de abrir un sobre blanco que no se sabe que contiene agua, un paquete con tiempos anteriores que se pueden vivir en tanto se desbordan, desalinean y arrojan

———————————————-varios tiempos a la vez.

Con cariño, M.