De M. para M.E.

Junio, 16, 2021 

María Elena, 

Hace días manoseo apuntes para esta carta que no termino y que me costó empezar. Te llegará después de lo pactado, lo lamento. 

Empecé una nueva clase, con nuevos estudiantes y eso… me mueve el tapete. Siempre. 

Leo, escribo, busco y encuentro y no, clasifico, imagino. 

Para mí la preparación del curso es un proceso largo, complejo y expansivo. Se come lo que está alrededor. 

De todas formas, por más preparada que me crea saludo con voz temblorosa, y sólo cuando pasa un rato (a veces no llega ese momento) empiezo a sentirme en mi cuerpo

Hace algunos años me apropié de una de las categorías de Rancière en ese librito monumental sobre la enseñanza. Soy una maestra ignorante. 

No me engaño, sé que también soy emancipadora, atontadora y sabia. Alterno los roles dependiendo del contexto. Pero casi siempre soy ignorante. Fue un gran alivio verme reflejada en un par de historias y me ajusté ese traje. 

Desde la desventaja de que no tengo mucho que explicar hago preguntas, aprendo algo y lo relaciono con el resto. Urdo el lazo mínimo de una cosa en común con los que dialogo, compruebo lo que busco, entonces… me agito con más soltura. 

En ese lazo hay poder(es) que lo tensan —al lazo— en varias direcciones. 

Las fuerzas que anudan y jalan han cambiado con las épocas y claro… de país a país con los modelos de educación, con los sistemas políticos y religiosos, con los intereses económicos que lo tejen —al lazo—, con los tipos de docentes y de estudiantes que somos, y en los que devenimos. 

Desde el poder que me confiere mi rol en el sistema, casi siempre lo ejerzo con sutileza y hasta gracia —no exenta de fuerza. 

No me interesa verificar; me interesa que hagan, hacer. 

Sí tengo preferencias. Es la observación crítica recurrente que me han hecho al final de muchos semestres, aunque no las refleje en sus calificaciones. No debería hacer distinciones pero no logro evitarlas. Prefiero a quien hace, no me importa lo que haga ni lo evalúo, sólo que se mueva, y si tiene ritmo mejor —sea cual sea el género. 

También sé que las preferencias conllevan faltas y éstas, culpas. ¡Ay! 

Por suerte no tuve una formación religiosa y mi relación con la culpa es parcial y caprichosa. Me salvo de una práctica —esas que residen en iglesias, sinagogas, mezquitas, templos y similares—, pero no de otra: ¡psicólogos! 

En el fondo, ser docente es un pretexto que me he inventado para moverme —y bailar. Es un diálogo conmigo misma en la que entran ellos, y no sólo los estudiantes sino todo lo convocado para las clases, y el flujo a través de ellas por un tiempo

En ese círculo arbitrario en donde me encierro es donde encuentro más de un sentido para respirar. Estoy adentro porque lo necesito. 

¿Cómo te preparas para tus clases? ¿Cómo te desplazas por el salón? ¿Te sales del guion? 

En épocas duras —con fuerzas hostiles ejerciendo su poder sobre maestros desde arriba y desde abajo—, antes de entrar a la escuela, cantaba mantras desde que salía de la casa hasta cruzar la reja de la ex estación de trenes de Mérida, donde está la ESAY. A veces la Tara verde no era suficiente. 

Muchos saludos. 

Mina 

Nota: Voy a poner a ablandar garbanzos. Mañana amaneceré con deseo de comerlos.