De M. para Pa.

Junio, 30, 2021 

La renovada fuente replica a la lluvia en su propia lengua: 
no surte a chorros, gotea. 
Amos Oz 

Hola, Pamela, 

¿Sabes que cuando te recuerdo no es tu cara o tu hirsuto pelo lo que me viene a la cabeza? 

¡Son tus piernas!, bien formadas, fuertes, ejercitadas. 

Y la escuela en donde te conocí. 

Me acuerdo de un domingo muy atrás, en la recién inaugurada marina del nieto de la Chula Peraza. Llegamos al mediodía por más que pretendí salir temprano. De milagro agarramos una mesa frente al mar. Íbamos con amigos en común. Desde esa terraza en alto te vi sobre una tabla de surf, pero de esas que no necesitan mucho viento, de las que se dominan con las piernas abiertas y bien plantadas a un tercio de sus extremos, y tienen algún aditamento que ayuda a surcar las aguas. Claro… al vaivén del cuerpo en frágil equilibrio, apretando el estómago, con los brazos que se abren y cierran agitándose por todos los ángulos. 

Sobre esa plancha, entre las débiles olas, te moviste por horas. Desde allí hablabas con quienes se acercaban, le decías a otros más lejos con tu voz de maestra. Yo recordaba con amargura y tristeza no haber podido seguir pagando el Workshop para S., donde por 2 años, cuando era chiquitico, le diste clases. 

Una amiga judía aquí en Mérida —de las que no se duda que son buenas madres— me dijo hace muchos años que las mamás no somos buenas mamás para todas las épocas de los hijos. Algunas lo hacíamos muy bien cuando eran bebés y sólo necesitaban nuestra teta —no poca cosa a decir verdad—, otras lo éramos cuando los juegos eran sus mundos —y eso nos gustaba—, otras en aquellas etapas cuando no paran de hablar y preguntar; así sigue la relación de edades con afinidades y vínculos romos. Pero que sólo muy pocas de nosotras podíamos serlo todo el tiempo

Llevo años preguntándome cuándo lo hice de manera sobresaliente. Sé que no es ahora nuestro mejor momento. A cada uno nos cercan las expectativas que tuvimos (tenemos) del otro. La falta pesa mucho. 

Ilana fue capaz de soltar —abandonar dicen por ahí— como no he podido hacer a pesar de que el control que tuve, creí tener, desapareció. Entonces qué se suelta, qué se retiene, qué nunca se tuvo, qué permanece. Son preguntas que me persiguen. Mientras… mantengo más quedo mi tono de voz litigante. 

¿Qué me fascina de Ilana?… Ella que es muchas cosas. 

¿Qué no es contenida? ¿Qué es una seductora? ¿Qué deja abierto su juego de manipulación superando su sentimiento de humillación? ¿Qué escribe y describe con gracia lo que no ha visto? ¿Qué es bella y atrevida? ¿Qué también creo, como ella, que las penas no son lo opuesto a la felicidad? ¿Qué su alma adolorida me duele? ¿Qué no está entera? 

[Ya no te encadeno lo que me incomoda de ella —esos atributos los hemos escuchado mucho— porque me conocerías más, mejor dejar un velo entre nosotras]. 

Hoy estoy triste y preguntona. 

Es la lluvia y una canción de Peter Gabriel que suena. 

Un abrazo, 

Mina