Estimada R:
Pieza por pieza, puzle por puzle, te narro mi encuentro con la palabra amor. Raquel, serás el vínculo para poder escribirle.
Querida Lourdes:
Sin pudor alguno te escribo. Los encuentros siempre estarán impregnados de acontecimientos que te llevarán a conocer al otro, a través de ti. Entendí la potencia de la palabra amor, una potencia que sólo tú sabías entender. Tú sabías que el amor no es entrega, no es compartir, no es estar, no es cocinarle; el amor es lo que la palabra existencia significa, el amor es existir en el otro. ¿Con cuánta potencia lo tenías en ti? Que hoy hacemos presente tu existencia. Hace cuatro meses te hiciste presente en mi vida y tu vida empezó a existir en la mía.
Pieza por pieza, los sucesos y los recuerdos me hicieron entender los significados, y lo más valioso en todo esto fue sentir lo que es la potencia. Cuando una persona le dice a otra “¡ya ves que sí podías!”, ¿sabes toda la furia que se guarda en esa frase?, ¿toda la historia que hay en ella? Es todo el amor transformado en lo que podría parecer odio y que en realidad sólo era otra forma de amar. Era ella queriendo existir en el otro, diciéndole que él sí pudo pero ella no, ¿cuán precioso es eso?, querer que el otro logre lo que nunca pudo ser ella porque sabía de la potencia y el potencial que había en él.
Es lo mismo en Narciso, qué bello es encontrarse reflejado. Narciso no lo soportó, no soportó la experiencia de existir, de existir en él mismo. Por cuánto tiempo caminó solitario, rechazando a todos. No sabes la belleza de la imagen cuando leí “y se vio reflejado en el estanque”. Desde entonces no pudo calmar su sed, él entendió que empezó a existir y no resistió la carga de ello, el encuentro consigo mismo, el saber que no podría encontrar a nadie más que supere el reflejo de la belleza que vio; fue tanta la belleza impregnada de potencia que no pudo soportarlo. De esa potencia hablo, Lourdes, de esa potencia que tú tenías en ti; tu último acto fue dar vida, darle la oportunidad al otro de seguir existiendo, fue prevenir el suceso mismo, hablarle y decirle que lo que seguiría sería una sucesión de actos que el irremediable destino no puede ni detener ni cambiar. Al igual que en Narciso, que en ella, que en ti, le entregaste la belleza de la cualidad que es existir. Dime tú, Lourdes, si en todos estos actos no hay amor, entonces ¿qué es?
Sin pudor alguno, Lourdes, te entrego lo que encontré.
M.