De M. para R. y S.

Hola, R. y S.

Al principio pensé en escribirte Raq, al principio de las cartas quería escribirte algo y no sabía qué. A estas alturas con tu carta para S. y con la libertad que tenemos al escribir, me tomo el atrevimiento de escribirles a ti y a S. una carta. Espero que no sea demasiado.

Primero que nada, me quedé sumamente conmovida e identificada. Cada vez más entiendo que no soy de ningún lado y que cuando creo pertenecer no es así, lo digo de una manera objetiva y sin tristeza, sin embargo, sí me encanta ser parte de algo. Pensaba también en Melvin, en la forma tan emotiva de contar, de escribir sus cartas y contar cosas, cosas íntimas y directas, como lo de su peso. Yo tengo muchas cosas ocultas, que pocas veces cuento, una de ellas es la enajenación que tengo respecto a mi familia; indudablemente los amo, a mi mamá más ahora, ya que se ha vulnerado tanto en este encierro que no le quedó de otra que soltar el llanto, el estrés, la boca, las palabras, su frustración por un matrimonio en el que no es feliz, y que me atrevo a pensar que pocas veces lo ha sido.

Mi madre me conmueve hasta las lágrimas, la acompaño, hablamos, somos amigas, aunque no me entienda mucho. Antes no éramos amigas, esta relación surgió en la pandemia y eso me pone feliz. El día que me rapó mi amigo también rapó a mi mamá y al final nos medio arrepentimos, morimos de risa las dos al día siguiente; pero no importa, el pelo crece.

Sólo una vez vi llorar a mi madre fuertemente, abrazada a mi papá. Mi perro Bono se había perdido en Espita, era un 30 de diciembre y mi mamá tenía que volver a Mérida. Yo me quedé y a los dos días apareció mi pobre perrito, nuestro querido Bono. Dos días antes, mi mamá se ahogaba en llanto y me partía el corazón. Bono estuvo desaparecido dos semanas, por eso mi mamá ya no aguantaba, y yo tampoco pero alguien tenía que seguir la búsqueda en un pueblo tan chico. Al final, un leñador en carretera lo amarró a su árbol con una soga, y como vivía en carretera, jamás se enteró de los letreros y el perifoneo que habíamos contratado.

Tampoco soy madre y no sé si un día lo seré, cada vez me da más miedo. (En este momento de la carta quiero imaginar que dejo de escribir en un papel y me levanto de una mesa de ahí de La Rendija y te doy un abrazo muy fuerte, Raq, y después de unos segundos me vuelvo a sentar para seguir escribiéndote).

Las cosas o a los familiares que yo he perdido, por así decirlo, no se deben comparar con un hijo. Sin embargo, he sentido morir, he sentido que no puedo más, he sentido que nada vale la pena; es devastador y horrible de sobrellevar. Después, al paso de los días, pienso que he generado tantos apegos que a veces se puede volver imposible vivir cuando uno se separa.  

Hace unos días Sai me dijo que los lugares no nos pertenecen y eso me dejó pensado mucho, en mi estado emocional sobre todo. Hoy es el quinto día que vivo en otra casa, en otra casa que no es la de ese barrio tan tranquilo, que no es donde hace 8 años por primera vez viví ahí con él y rentamos por primera vez juntos y después una amiga y después yo otra vez. Y había sentido hace unos días cómo los músculos del cuerpo se me desgarraban, cómo el dolor por separarme de mi amigo, de mi roomie, era inevitable, cómo los tiempos, las mentes, las opiniones cambian y cuando esas mentes y esos mundos ya no compaginan, duele, duele horrible.

Así que decidí salir otra vez, comenzar de nuevo, pensé, otra vez Malec. No puede ser, me decía a mí misma, lo estás haciendo mal otra vez decía, esta vez no está bien lo que haces y así, regañándome durante dos semanas.

Después apareció la casa, se dio el dinero, se dio la ayuda y estoy aquí en la colonia Esperanza, cerca del Cecuny, relativamente cerca de Pedro. Ya no lloro tanto, pero a veces duele mucho. ¿Les soy sincera?, extraño mi cuarto de ahí, era lindo, ese cuarto al que aquella ilustradora le dedicó unas palabras.

Me gusta la colonia Esperanza, lo que más me gusta es el romántico nombre, ESPERANZA.

Por eso pienso más que nunca que no pertenezco a ningún lado, pero sé que pasará y me acostumbraré.

Abrazos, M.