I guess nobody on earth is entitled
Not mothers, not children, not kings
Not a one single person on God’s golden shore
Is entitled to one single thing
We don’t deserve a single damn thing
-Jack White
Para Arturo y Óscar:
(Les escribo porque el poder me intriga como a ustedes, o eso creo después de leer sus cartas).
Esta es una carta para muchos ojos, escrita tarde y enviada en el último vagón, como queriendo no ser leída. Escribo así, con prisa, agarrándome del viento.
El PODER, poder chiquito, Poder, poder, yo puedo, si quieres, puedes. Hay tantas formas de poder que fluyen y nos atraviesan a diario. Y creo que son puras mentiras. Si algo me desespera son los coaches, el mindfulness y etc., … Casi tanto como Michel Sommo.
Creo que hablamos del poder como con miedo, como si fuera malo tener o ejercer el poder; pareciera que hay una idea de que ejercer el poder siempre será para hacerle daño al otro y creo que esto se debe a que nuestra visión es una visión historicista: la de los desvalidos, porque seguramente los romanos eran unos cabrones al igual que los españoles, lo mismo que Franco o Pinochet, que Benito Juárez y Porfirio Díaz, igual que los Aztecas y los Mayas (It’s evolution, baby).
Los humanos chiquitos tienden a concentrar la idea de maldad y a identificar el poder en personajes que encarnan esta maldad o bondad. Estos personajes, máscaras, son operadores de máquinas ideológicas que son la fuente del poder. A lo mejor es la forma en la que “nos contamos el cuento”, buscamos un héroe o protagonista que se enfrenta a fuerzas necesariamente malignas.
También buscamos culpables, los linchamos con la furia enfundada en su traje de justicia. Se trata del poder vigilante, de la maquinaria ideológica detrás de nosotros. Es justificar el desplazamiento de unos cuatro millones de palestinos, es tener la razón, es el poder idiota de las masas. Las botas de los soldados suenan igual, sean de derechas o de izquierdas.
El poder es como un motor de combustión interna, está la sinergia entre sus partes que retroalimenta a quien ejerce y está la entropía que termina por producir el cambio. Digamos que la entropía es el agente del vacío, de lo real, latente debajo de la malla, termina por manifestarse y sucede lo inevitable.
El poder se manifiesta donde hay vacío, porque el poder no admite vacíos, implota y aparece lo real: zapatos sin dueño en Tlatelolco, dientes calcinados en un tiradero en Guerrero, trece puñaladas o veintitrés, qué importa, cuídate de los Idus de Marzo.
Creo que el poder es la vigilancia del otro. Se dice mucho que México es como un gran balde de cangrejos que se jalan unos a otros, pero no creo que sea distinto en otras partes. Habrá mentalidades de tiburón o lobo, habrá vigilancia siempre, es el gran hermano, The Man, Das Kapital, el nuevo orden, the establishment. (Este párrafo conviene leerlo escuchando “Killing in the name” de Rage Against the Machine).
Es lo que pienso del poder. Hablando de La caja negra de Amos Oz, mirándola desde la óptica del poder, éste se pone de manifiesto a distintos niveles. Es muy claro el poder del dinero, pero creo que el autor no escribe solamente sobre los personajes que interactúan en la historia, sino sobre las fuerzas que los manejan, la geopolítica, la judaicidad, la institución familiar, etc.
La novela es genial. Pareciera en esta primera parte que los personajes corren hacia una aniquilación absoluta, como buscando un asidero invisible en el viento o un tablón en medio del mar, que resulta ser un trapo. Pero tampoco es un dramón, hay pequeñas dosis en las cartas, pero, ¿qué carta no tiene algo de dramático?
Alec, Ilana, Boaz, Michel, están buscando algo, un poder que les reafirme a los ojos de los demás: Ilana juega sus cartas como objeto de un deseo un poco velado, Alec está en una torre impenetrable desde donde se deja mirar sólo cuando conviene, Michel es algo así como un político de pueblo chiquito que se vale del carisma y la religión, si fuera mexicano sería presbiteriano. Desde un piso en E.E.U.U. hasta un Kibutz en Israel se busca ¿Amor? ¿Dinero? ¿Reconocimiento?
Me es fácil empatizar con Boaz, quien está en una suerte de búsqueda inicial, no como los otros cuya búsqueda es casi lamentable, melancólica o patética (sí, estoy hablando de Michel Sommo).
Ya vienen las elecciones, entre vacunas y filas, formatos y convocatorias, el juego está muy claro, vamos a cumplir con nuestra parte del teatro, no hay porqué negarlo, como diría una amiga:
“pensándolo bien, la culpa la tiene Cristóbal Colón”.
¿Qué piensas? Podemos mirar al otro sin que sea un asalto, sin imponer, sin dibujar una silueta por la cual filtrar, amoldarse. ¿Podemos comunicarnos? Yo prefiero ser como el stalker, caminar hasta encontrar la zona, mirarla desde afuera. ¿Qué harías con El Poder?
P.