De P. para A.

Los hombres que sufren llegan a conocer idénticas verdades.
Hasta pueden decirlas casi con las mismas palabras.
Roberto Arlt

Buenos días, Arturo: 

En la última reunión me pareció escuchar que trabajabas en una universidad, pero no estoy muy segura, voy intuyendo y descubriendo los haceres y oficios del grupo poco a poco. Pensé en escribirte y compartir contigo mi versión optimista del poder, lo extraordinario que puede ser cuando influye positivamente en la percepción de uno mismo o en nuestro autoconcepto.  Me entusiasma sobremanera, no sólo la acción del empoderamiento que generan ciertos tipos de liderazgo, sino la “súper” visión de personas como Eugenia, mi maestra de la preparatoria, que al parecer estaba dotada de un poderoso radar interno para observar la curiosidad y el cosquilleo que nos causaba la literatura.  

Recuerdo claramente el día que leyó en voz alta mi primer ensayo frente al grupo, eligió varios, entre ellos, el mío -¿el poder de darle voz al otro? –, me sentí aterrada, -¿qué reacción despertaría en los demás? –, mi estómago revolvía piedras con mariposas, -¿en qué momento se había vuelto tan serio este trabajo?- . Conforme iba leyendo la voz “prestada”, el texto comenzó a tener sentido, –¿qué tiene sentido en una joven de 17 años?-, resonó en mi pecho otro discurso, –¿te has escuchado hablar?-. El recuento de ideas que, la noche anterior no cuajaba sobre la libreta de rayas Scribe, recibía la atención colectiva, -¿estaba frente a la capacidad de interesarse por el otro?-. No hubo grandes aplausos ni un final bollywoodense, la clase continuó con algunas participaciones y dudas técnicas de mis compañeros -¿había ganado algo que sólo yo reconocía?-. Estos recuerdos siguen acompañados de los ideales de otros, tal vez esa fue la conciencia que despertó en mí, –¿de regreso al tema de la idealización?… 

La semana pasada leí un discurso* que dirigió a los graduados de la Licenciatura en Artes Liberales del Kenyon College, el escritor y periodista estadounidense David Wallace, cito la última parte: 

… vivir conscientes y adultos todos los días, de sol a sol, es una tarea inimaginablemente difícil. 

Esto significa que hay otro cliché que es verdad: su educación es, en realidad, un trabajo de por vida que está por comenzar…

Vuelvo al tema del poder de la atención en el otro y pienso en Boaz, pienso en la vulnerabilidad humana cuando nadie te observa, cuando nadie te reconoce, cuando inicias un camino de vida para probarle al otro lo que eres capaz de hacer… tal vez el camino sería distinto cuando eres capaz de poner atención y despertar interés en ti mismo, ser consciente de uno mismo, -¿empoderamiento?…

Gracias por leerme, nos vemos mañana, ¡saludos! 

Pamela

*This is water, traducción de Paulina Macías