De P. para H.

Mérida, Yucatán, a 13 de julio de 2021 

Humberto, 

He querido escribir la última de esta serie de cartas para ti. Es martes 13 y la lluvia se dejó venir sobre nosotros, Mérida está empapada, la luz se fue un momento, pero no es eso lo que quiero contarte. Creo que esta carta será como una matrioshka. 

Esta carta quiso escribirse desde muchos lugares, desde Áncora primero. Luego pensé en escribirla desde tu escritorio, en una de mis vueltas para visitar a V, no pude. La casa entera es un reloj cuyo mecanismo no debería ser alterado, apenas pasar, quirúrgicamente entre cada engrane, como si alterar el orden pudiera desatar el derrumbe de un bosque. 

Pensaba muchas cosas en cada paso, pensaba por ejemplo en M. cuando le conté que, al caminar por el pasillo para servir la comida de V., me sentía observado, como si siempre hubiera alguien esperando al final o contemplando al principio. Le dije que me asustaba, a lo que él contestó certero como flecha que le parecía improbable que la raíz de mi miedo fuera algo, digamos sobrenatural, y tenía razón, ¿por qué mimética razón buscaba encontrar ese punto de encuentro en una fórmula para hallarnos quizás en un punto medio? 

Camino dos pasos hacia el precipicio, con la mochila y la cámara al hombro, un sabueso me muerde el tobillo y entre arcaicas escamas descubro los restos del obelisco. 

La fórmula utilizada no fue correcta y M. me encontró en el lugar de la mentira, pero la mentira no era para él. Al principio del pasillo estoy yo, mirándome caminar, y al final estoy viéndome venir. Todo está pasando ahora. ¿Quién nos dijo que el tiempo es lineal? 

Recogí flores de mayo que coloqué en el lugar que corresponde, porque el tiempo tiene que seguir corriendo. Pienso en W., en aquellos que caminan bajo el signo de Saturno, lloro un poco y me rio también, porque conozco el final de la película. ¿Será? 

Las puertas que se abren a los costados del pasillo llevan a universos íntimos, módulos de existencia cuidadosamente distanciados entre sí, tal vez como el viento puedan pasar por las puertas y mirar la curiosa disposición. Humberto, el espacio sin el relojero me hace sentir ambarino. La casa respira y sólo puedo atravesarla con V. a mi lado. 

R. vino a Áncora buscando un tiempo para habitar. Yo encontré un disco puesto en el estéreo y le di play, el disco es tan vasto como el mar. ¿Quieres detalles? Es de ECM Records y se llama The Sea de Ketil Bjornstad, habría querido decirle a R. de quién era el disco, pero sus pasos llevaban prisa y el disco no, es más, creo que el disco buscaba ser descubierto. 

En el quicio de la puerta encontré una ranura, me metí en ella. La hoja de la puerta gira, pero no yo que encontré los senderos que se bifurcan. Veo un caracol deslizándose sobre el filo de una navaja. 

La ciudad llueve y hay relámpagos que hacen retículas de cielos que fueron, apenas un instante, en los primeros tres segundos que se hizo el universo. Sobre el pavimento los semáforos y anuncios hacen un bokeh fugaz, cálido. Las paredes de las casas y comercios regalan impresiones lastimeras, agrestes, el oriente olvidado de la blanca Mérida a cada destello, bien del cielo, bien de los faros del automóvil. 

Escucho el rodamiento de los neumáticos. Recuerdo… El límite no está ni en las construcciones, ni en los bordes del camino, ni en el filo de la navaja, ni el quicio de la puerta, y estoy parado frente a lo que no es, el intermedio, el orificio sin fantasma, el gran dios Pan. 

Y creo que Amélie Nothomb lo sabe bien, lo supo al final del libro; y lo sabía al escribir cada día de su vida como poseída. Lo sabe al salir del tumulto, de la multitud de aduladores cuando entre la puerta y el auto, su mirada se pierde en lontananza y no encuentra eso otro en lo que fijar sus ojos, por mirar nada quizás lo mire todo. 

V. está bien, recorremos las calles aledañas a la casa por las tardes, todos los días una ruta un poco distinta; ella va guiando el camino y a cada tanto la detengo y tomo una foto de sus hallazgos con el celular. Estos últimos dos días, los paseos han sido más cortos debido a la lluvia, apenas una salida al frente de la casa

Espero que tu viaje de regreso sea cómodo. Por cierto, según Google, las temperaturas de Mérida y Omaha no están tan distantes y también llueve un poco. ¿Cómo es la lluvia ahí? 

Abrazos, 

P.