De P. para M.

Mérida, Yucatán, a 19 de mayo, 2021

Estimada Mina, 

De nuevo escribo pensando en la eufonía, en los nombres que me gustan. Quizás una vez que avancemos en la lectura de los libros, en la lectura de las compañeras y compañeros del laboratorio, podremos darle forma al sonido de los nombres. Entonces tu nombre será tuyo y el mío será mío, o sería tu nombre con tus palabras, con tus cartas, con tus gestos en la pantalla del Google Meet los que serán tu imagen en mi mirada, y así con los demás. 

Pienso que así es el amor: es reconocer la mirada del otro para que ésta no sea un asalto, o más bien, aceptamos el asalto y nos dejamos mirar. Y se siente bien… dejarse mirar, hacer una tregua en el terreno que queda justo en medio, entre tiempos, y se van dejando testigos, documentos que bien pueden ser huertos de jazmines o salomónicas o el Ansonia de H. 

También creo que juega a nuestro favor, no al de nosotros particularmente, sino al de todas y todos en general, que el amor se mantenga indefinido, ya si le quieren poner palabras mayúsculas como inefable, o más romanticonas como infinito, dependerá del sujeto amante y del objeto amado (esto asumo que va en dos vías cuando se trata de personas, pero también puede ser pura cursilería)… pero, ¿a qué viene todo esto? 

Creo que el amor es como la geología, o la ciencia esa que estudia las partículas atrapadas en el hielo de hace miles de años, sean del aire que respiró un neanderthal o un rinoceronte lanudo. Esta ciencia tiene algo de poética en sí misma. No sé bien si a los propios estudiosos de la materia les parezca tan poética o si la miren con tanto asombro como la miro yo en este momento. 

Resulta que esas piedras milenarias, abuelas de todas las piedras que cimentan los edificios de nuestra ciudad, que también usaron los antiguos habitantes y que han visto no sé cuántas mañanas, guardan el tiempo en su constitución, o mejor dicho, guardan las características del tiempo de su formación, igual que el hielo de la Antártida. Diríamos que son la memoria matérica del planeta, del tiempo antes del tiempo

Esa es la poética del geólogo, o del estudiante del continente antártico, contemplando el vacío contenido entre las partículas, utilizando las herramientas heredadas de algún alquimista (no creo que de un químico o físico, en el sentido estricto académico de la palabra, ya que me tomo la libertad de negarles la capacidad poética, mientras que el inventor siempre tendrá algo de poeta y, por ende, de artista y mago, de ahí que sea alquimista). Dependerá del temple de la persona estudiosa de estas ciencias, si acepta la poética o se queda convencido de hallar la verdad. Pero en esa indefinición, en esa incertidumbre (que sería la ira del más riguroso de los científicos) nos movemos; ahí se fluye, tal y como fluye la palabra amor, indefinible y por eso tan fácil de encajar en cualquier discurso, por salvaje, desesperado, organizado, cursi o frágil que sea. 

Indefinido como el final de la novela, que le funciona muy bien, encontrar el mapa… Salirme esta noche. Podremos imaginarnos a Xavier y A’ida como refugiados en algún país occidental, como para darle un contexto actual de cierta forma, si ignoramos el hecho de que probablemente fuera trasladado a una prisión de máxima seguridad de acuerdo con lo que escribe el autor al principio. En mi final inventado, un cohete escapa a la cúpula de hierro y abre un boquete en la prisión, el mapa ya no es necesario y entre humo y fuego, Xavier y A’ida escapan de la tierra prometida, atrás quedan Gaza y el estado terrorista de Israel. 

Las cartas que encontramos -finjamos que somos Berger un momento, mirémonos desde ahí-, estas cartas, son como las partículas atrapadas en la estructura interna de una roca, o son una burbuja que contiene el último aliento de un mamífero primordial, que habiendo comido una planta mortífera o lamido un liquen venenoso, ha confundido a toda una generación de lectores del libro de Historia Natural 4 de la Secretaría de Educación… nunca lo sabremos, por lo tanto el Paleoceno fue un período que… corresponde a una escala temporal… y la atmósfera era difícil de respirar. 

Hasta la próxima, 

P.