De R. para S.

10 de noviembre 2020, Mérida.

De mujeres, maternidad, árboles y poder.

Mi Sísuri, quiero contarte que he sabido de los muchos cuerpos que tenemos las mujeres. Cuerpos verdes y frondosos, cuerpo con marcas, cuerpos con frutos y flores, o ralos y verticales. Con hojas perennes, y otros que dejan una alfombra de colores cuando cambia la temporada. Todas y múltiples.

Recuerdo la madrugada en la que llegué al hospital, antes de la mastectomía… Mejor me voy más atrás, a la sala de operaciones, a los cuartos de aquel hospital en Gabriel Mancera y al inicio de una época sombría. Recuerdo la batalla en el quirófano porque no me encontraban la vena para dormirme. Recuerdo que me senté en la mesa de operaciones y me fui despertando y preguntando si ya casi terminaban. Después, regresando de la anestesia, lo primero que escuché fue a la doctora diciéndole a O. que difícilmente me podría embarazar. Yo me veía como un árbol roto, caído, taladrado. Me veía ahí, acostada, y me decía a gritos, ¿cómo llegaste aquí? En tan mala racha que, al ir recogiendo las cosas para irnos del hospital, una enfermera entró a la habitación y nos felicitó por el bebé; yo le dije que no había sido un bebé, sino quistes. De ahí que continuando los comentarios desafortunados y memorables en mi ruta por embarazarme, me tocó una operadora de ultrasonido con gran conocimiento de la Biblia. Con el aparato metido en mi vagina, me contó historias bíblicas, y que a mis 34 años tal vez yo sería como Sara, que según la Biblia tuvo a Isaac a los 90 años. Mi trayecto por un deseo de maternidad, del cual no estoy tan segura de que fuera mío, fue infernal.

El mejor camino al que llegué en algún momento fue el de la osteopatía. Pude verme, en pleno masaje, en una cama de hospital, con un bebé abrazado y O. a mi lado. Sabía que existía. Que esa potencia estaba en mí, y que esa alma me esperaba. Pero tuve una propuesta de trabajo, ¿te acuerdas? Volver a casa, a Mérida. Dejar esa torre de marfil, la de la investigación, en la que vivimos y aprendimos tanto. Dejé nuestra amada casa en San Andrés. Una casa en la que O. había construido un cuarto para niños, con los perales cobijando esos muros y ventanales. Cambió el paisaje. El paisaje de mi vida. Regresé a aquello de lo que había huido. El juicio de las personas en una ciudad pequeña. La discriminación por el color de piel y los apellidos, la zona de la ciudad en la que vives. Pueblo chico… y la casa familiar.

Lo mismo pensé aquella madrugada, en la camilla de camino al quirófano en el que desaparecería un tumor, junto con mi mama derecha, ¿cómo llegaste aquí? Y pensé en levantarme y correr.  Mi pronóstico era malo. Mis doctores fueron muy buenos. O me sostiene el alma.

Antes del diagnóstico, le dije a O. que, si el futuro venía incierto, lo único que deseaba hacer era leer, aprender cosas, dedicarme a mis objetos y a mis libros. Y eso hice… y teatro.

Recuerdo tu frustración por la cesárea. Tu cuerpo con Simón adentro. No imagino siquiera esa batalla y esa plenitud de vida. Eres árbol con frutos, mi Sisu. Al igual que muchas mujeres sin hijos, nuestros frutos son multiespecies.

P.d. Tenemos mucho que aprender sobre el poder. Cómo sentirnos cómodas con él, cómo compartirlo y ser responsables. Sentar otras reglas del juego.

Pero esas relaciones de poder (1) no tienen que ser las que predominan en nuestras sociedades capitalistas, inequitativas, excluyentes y autoritarias. Pueden ser relaciones de poder sinérgicas, es decir, donde el poder de cada quien alimenta más poder en los demás y en el conjunto, donde las capacidades crecen con posibilidades para todas las personas y grupos que participen y no sólo para un grupo que ejerce e impone sus decisiones. Relaciones donde la conjunción de nuestras capacidades da como resultado mayores posibilidades de acción que las que tendríamos aisladamente y en las que salimos de cada encuentro y de cada tarea, enriquecidos y enriquecidas con nuevos recursos para enfrentar nuevos y más complejos desafíos.

1. Redes  https://www.dvv-international.de/es/educacion-de-adultos-y-desarrollo/ediciones/ead-792012/trabajo-en-red/el-trabajo-en-red-tejer-complicidades-y-fortalezas