Mérida, Yucatán, a 07 de diciembre, 2020
Del amor y otras cuestiones más coherentes
A.:
Quiero terminar este ciclo que empecé contigo contándote lo que he aprendido sobre el amor en estos meses (que es nada). Pero primero quiero responderte qué significa mi nombre. Es una respuesta que te debo desde hace algunos meses. Mis padres siempre me vendieron la idea de que significa luna en árabe, pero justo apenas veinticuatro años después encontré en el famoso Google que luna en árabe se pronuncia alqamar, ¿notas algún parecido entre esta palabra y mi nombre? Yo tampoco. La verdadera razón es que mi padre, siendo maestro de educación física, conoció a una alumna cuyo nombre era igual al mío, le gustó tanto que al final, sin saber qué significaba, sólo me lo otorgó. Así, la historia deja de ser una paradoja interesante, pero de cierta forma cobra sentido.
¿Qué sabré yo de amor a mis veinticuatro años? Hace unos días, en una mesa panel a la que me invitaron y después de expresar algunas cuestiones, un hombre me dijo “es que eres muy joven y nada sabes”, por supuesto que le respondí, pero desde eso mi cabeza ha estado rumiando las mismas palabras una y otra vez, ¿qué sabré?
Mi sueño es este: vivir sola en un lugar, sin nadie que se entere de mi pasado ni de quién fui. En el amor me considero, eternamente, la mujer de Tennessee Williams en el texto Háblame como la lluvia. “Quiero irme de aquí”, grito una y otra vez desde que tengo memoria. Si hubiera indagado más sobre un seudónimo, me llamaría Anna Jones; me puedes preguntar qué significa, pero en este caso, nada te sabré decir, en todo caso pregúntale a Tennessee. Mi habitación será fresca, umbrosa y estará llena del sonido de la lluvia. Y la ansiedad desaparecerá. Leeré largos libros y los diarios de escritores muertos. Me sentiré más cerca de ellos de lo que me he sentido nunca de las personas que conocí antes de retirarme del mundo. Será grata y sedante esta amistad mía con los poetas muertos, porque no tendré que tocarlos ni que responder a sus preguntas. Me hablarán sin esperar una respuesta. Un día, visitaré alguna avenida, caminaré varias cuadras sin saber exactamente a dónde ir, sólo caminaré y caminaré. Cuando mis pies se sientan fatigados y las ampollas hayan surgido en mi piel, sólo entonces tomaré asiento en alguna banca de parque y observaré a la gente, miraré familias, amantes cargando miniaturas y a otros empujando carriolas. Recordaré aquel sueño suyo de tener una familia, lo cual nunca pudo corresponderse con mis deseos de irme lejos, y la manera en que esa fue sólo una de las tantas razones por las que todo acabó. Esta necesidad imperante de poseer y sobrellevar el poder del otro, siempre simulando un juego de ping pong, en el que, evidentemente, él ganaba. Algún sonido me despertará de aquel trance, un carrito de helados o quizá el claxon de un hombre apresurado, y volveré a esta realidad mía que decidí vivir. ¿Qué sabré yo de amores? Soy joven, mis experiencias son pasionales y mi cerebro trabaja a mil por hora en modo defensa/ataque.
El frío cala los huesos
La indiferencia es un boleto de avión
Su embriaguez me asquea desde el día 01
¿Qué tan difícil es leer dos veces la misma oración y entender
el significado?
¿O es que no quiere comprender a propósito?
¿Alguna vez te has sentido objeto de posesión?
Hoy no.
No espero respuesta. Hay más preguntas que afirmaciones.
S.S.